.

jueves, 25 de septiembre de 2025

LA PRINCESA DESOBEDIENTE

 LA PRINCESA DESOBEDIENTE

Autora: María Abreu



En lo lejano de un gran bosque, había un hermoso castillo, donde vivía la princesa Isabela. Ella era bella, amable y sonriente, pero tenía un problema: era muy desobediente.


Sus padres, el rey y la reina, la querían mucho y siempre le aconsejaban que no saliera sola del castillo. Sin embargo, la princesa Daniela no les hacía caso, ya que era muy curiosa y le gustaba explorar el entorno.

Por eso, un día, salió del castillo a escondidas para dar un paseo por el bosque; quería ver las coloridas mariposas que aparecían al comienzo de la primavera.

Mientras caminaba, se deleitaba mirando la belleza de las flores, las mariposas revoloteando sobre ellas y las abejas recogiendo néctar. También escuchaba el canto de los pájaros; todo era tan hermoso que, al mirar a su alrededor para buscar el camino de regreso a casa, se dio cuenta de que se había perdido.

Con la mano en el pecho por el susto, la princesa miraba perdida a su alrededor. Caminaba asustada, pero no encontraba el camino y sólo recordaba el consejo de sus padres:

—Princesa Daniela, no salgas sola al bosque.

Desesperada y sin saber qué hacer, empezó a gritar pidiendo ayuda.

Justo en ese momento, un campesino que solía salir al bosque a recoger leña la escuchó y fue en su auxilio.

La princesa quedó impactada por la belleza del joven campesino: alto, fuerte, con ojos azules, mirada penetrante y un flequillo que reposaba sobre su frente. Él se acercó y ella le contó que estaba perdida.

El campesino, muy amable, le explicó que conocía bien el bosque y que la ayudaría a regresar a casa.

Haciendo espacio entre los matorrales, el campesino encontró el camino y le indicó cómo regresar al castillo.

La princesa, muy agradecida, le pidió que por favor fuera a cenar al castillo esa misma noche, en señal de gratitud por haberla ayudado.

Luego, la princesa Daniela regresó a casa y contó lo sucedido a sus padres, quienes le recordaron la importancia de la obediencia, pues si no hubiera sido por aquel campesino, no se sabría qué le habría pasado.

Finalmente, esa misma noche, el campesino fue a cenar con los reyes y la princesa. Después de la cena, esta le pidió que subieran al balcón para ver la luna; sin embargo, una vez allí, el campesino Joel le mostró la belleza de la luz de las luciérnagas.

Pasados algunos años, la princesa Daniela y el campesino Joel se enamoraron, se casaron y fueron muy felices.

  "Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo."  Efesios 6:1



sábado, 20 de septiembre de 2025

La muelita y la endodoncia – Versión rimada

 

Había una muelita que se llamaba Sarita,
vivía en la boca de Daniela, muy bonita.

Junto a sus amigas trabajaba sin parar,
pan, frutas y carnes le gustaba masticar.



Pero un día un caramelo y un helado frío,
le causaron a Sarita un dolor muy bravío.
—¡Ay, qué dolor siento por dentro de mí!
Ya no puedo masticar como lo hacía antes, ¡ay sí!

Un bichito travieso se metió sin avisar,
hizo un agujerito y al nervio fue a dañar.
Ese hilito sensible que da vida y calor,
cuando se enferma, ya no aguanta el dolor.

Daniela en su carita la mejilla se tocó,
—¡Mamá, al dentista, que el dolor aumentó!

La doctora revisó y muy clara explicó:
—Tu muelita Sarita su nervio ya enfermó.
Haremos endodoncia, no hay por qué temer,
limpiamos y sellamos, ¡volverá a florecer!

—¿Endodoncia? —preguntó Daniela al escuchar.
—Es sacar el nervio malo y la muela curar.
Le pondremos un material fuerte y especial,
así seguirá masticando y ya no le dolerá más.

Daniela abrió la boca, Sarita suspiró,
la doctora con cuidado su nervio retiró.
Limpiaron, taparon y todo terminó,
y Sarita muy alegre de nuevo sonrió.

—Aunque ya no tenga mi nervio, aquí seguiré,
masticando contigo siempre ayudaré.

Daniela aprendió lo que debe practicar:
cepillarse los dientes después de cada manjar.

Y colorín colorado,
este cuento rimado se ha acabado. 🦷✨

Autora: María Abreu

"Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre,
y no desprecies la dirección de tu madre;
porque adorno de gracia serán a tu cabeza,
y collares a tu cuello."

📖 Proverbios 1:8-9




La muelita y la endodoncia – Cuento infantil

 

La muelita y la endodoncia – Cuento infantil

Había una muelita que se llamaba Sarita, y vivía en la boca de una niña llamada Daniela.

La muelita Sarita trabajaba mucho junto a las demás muelitas, triturando pan, frutas, carnes y hasta los caramelos, que eran los favoritos de Daniela.

Un día, mientras trituraba un caramelo y luego un helado muy frío, la muelita Sarita empezó a sentirse mal.
—¡Ay! Siento mucho dolor por dentro… creo que no puedo triturar nada como antes —dijo Sarita muy dolorida, y comenzó a llorar.

Un bichito de azúcar había hecho un agujero muy profundo y había dañado el nervio, ese hilito sensible que le daba vida y la hacía sentir. Cuando el nervio se enferma, ya no puede seguir ahí.

Daniela, llevándose la mano a la mejilla, también notaba el dolor de su muelita Sarita.
—¡Mamá, llévame al dentista, me duele mucho la muela! —gritó Daniela.

La mamá, preocupada, llevó a Daniela al dentista. La doctora revisó y explicó:
—Daniela, tu muelita Sarita está llorando porque su nervio está muy enfermo. Ese nervio ya no puede quedarse ahí. Para que deje de doler, vamos a hacerle una endodoncia.

—¿Endodoncia? ¿Qué es eso? —preguntó Daniela.

La doctora sonrió y respondió:
—Es quitar el nervio, porque está malito. Vamos a limpiar la muelita por dentro y luego le pondremos un material fuerte. Así, Sarita podrá quedarse en tu boca y seguir masticando contigo, pero esta vez sin dolor.

Cuando Daniela escuchó la explicación, abrió la boca con confianza. La doctora, con mucho cuidado, limpió, curó y tapó a la muelita Sarita.

Entonces, Sarita se sintió tan feliz que les dijo a sus compañeras, las demás muelitas:
—¡Qué bien! Porque aunque ya no tengo mi nervio, podré seguir ayudando a masticar los alimentos junto a ustedes.

Daniela también aprendió la lección y practicó los consejos que le dio la dentista acerca de la importancia de cepillarse los dientes después de cada comida.

Y colorín colorado,
esta endodoncia se ha acabado. 🦷✨

Autora: María Abreu

"Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre,
y no desprecies la dirección de tu madre;
porque adorno de gracia serán a tu cabeza,
y collares a tu cuello."

📖 Proverbios 1:8-9



El bichito en la muela

 Había un niño llamado Jairo al que le encantaba comer caramelos.

Su mamá siempre le decía:
—Jairo, cuando comas caramelos debes cepillarte los dientes.

Pero Jairo no hacía caso a su mamá, y cada vez que comía caramelos no se cepillaba.

Una noche, mientras dormía, sintió un ligero dolor en la boca.
—¡Ay! —dijo llevándose la mano a la mejilla—. ¡Me duele una muela!

El dolor era porque dentro de la muela vivía un bichito llamado Carie, que había hecho un agujerito para vivir allí. El bichito, feliz, se alimentaba de los restos de azúcar y gritaba con alegría:
—¡Ummm, qué ricooo!

Mientras tanto, Jairo no pudo dormir en toda la noche.

A la mañana siguiente, su mamá lo llevó al dentista, y la doctora le explicó:
—Jairo, el dolor que sientes es porque un bichito se ha instalado en tu muela.

—¡Oh, nooo! —gritó Jairo preocupado.

—¿Quieres que lo saquemos? —preguntó la doctora.

—Sí, por favor —respondió Jairo con su carita avergonzada.

Entonces, siguiendo las instrucciones, Jairo abrió la boca. La doctora limpió y curó la muela, y el bichito salió corriendo muy lejos.

Después del procedimiento, la doctora volvió a explicar:
—Jairo, para que el bichito no vuelva a hacer un agujerito en tu muela, debes cepillarte los dientes después de cada comida y usar un enjuague con flúor.

Jairo asintió con la cabeza y comprendió la lección, diciendo:
—Si me cepillo los dientes después de comer, ningún bichito podrá hacer un agujerito en mi muela.

Y así, cada mañana y cada noche, Jairo cantaba mientras se cepillaba:
"Adiós bichito, adiós dolor, con mi cepillo me cuido mejor".

Y colorín colorado,
el bichito en la muela se ha marchado. 🪥✨

Autora: María Abreu

"Hijos, sed obedientes a vuestros padres en todo, porque esto es agradable al Señor."
📖 Colosenses 3:20



jueves, 18 de septiembre de 2025

NO TE JUNTES NI JUEGUES CON ESTE TIPO DE NIÑOS

 

En el recreo de la escuela del frondoso bosque, todos los animalitos salían al patio a jugar.

El zorro Guille siempre iba contento porque le gustaba compartir y divertirse con los demás.

Pero un día se encontró con un grupo de zorros y jabalíes que jugaban de manera brusca: empujaban, gritaban y no respetaban a los demás.

—¡Ven, Guille, juega con nosotros! —le llamaban entre burlas.

Guille, aunque quería tener amigos, dudó. En ese momento recordó los consejos de su abuelo:
—“Si alguien juega mal o se porta mal, simplemente aléjate en silencio.”

El zorrito respiró hondo y respondió:
—No, gracias. No quiero lastimar a nadie.

Y se marchó a jugar con las ardillas, que trepaban felices por los árboles.

De esa manera, Guille descubrió que la verdadera diversión está en jugar con respeto, alegría y buenos amigos.

También comprendió que no se trata de pelear ni de enfrentar a nadie, sino de saber marcharse en silencio con sabiduría.


✍️ Autora: María Abreu

"Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él."
Proverbios 22:6



CUANDO NADIE TE HACE CASO – Cuento infantil

 


En lo profundo de un bosque vivía un pequeño ratón alegre y juguetón.

Su frase favorita era: “¡Tengo una idea!”


Muchas veces, con sus ocurrencias, se acercaba a los demás animalitos del bosque diciendo:
—¿Podemos jugar a hacer un experimento con estas botellas de plástico?
—No, Lucas, no queremos —respondían.

El ratoncito Lucas, una vez más, se acercaba al grupo y decía:
—¡Tengo otra idea! ¿Podemos echar una carrera?
—No, Lucas, no nos apetece.

Y así estaban los animalitos del bosque, rechazando los juegos, las ideas y el deseo de compartir un rato con él.

Por ello, Lucas se sintió muy triste. Pero mientras se marchaba recordó lo que le había enseñado su abuelita:
—Tu felicidad no depende de los demás. Puedes disfrutar por ti mismo de lo que te gusta.

Lucas respiró hondo, se sacudió las patitas y sonrió.
—Está bien, jugaré yo solo y disfrutaré del momento. ¡Y tengo una idea! Haré un castillo.

Se puso a juntar ramas y hojas, y construyó un hermoso castillo. Mientras trabajaba, cantaba una canción inventada por él mismo. Poco a poco, su alegría y creatividad atrajeron la atención de los animalitos del bosque.

—¡Qué castillo tan bonito has creado, Lucas! —dijo la ranita.
—¿Podemos jugar contigo? —preguntaron las liebres y las mariposas.

Lucas, muy sonriente, respondió:
—¡Claro que sí!

Desde ese día, Lucas comprendió que su felicidad y bienestar personal no deben depender de los demás, sino de su propio interior.


✍️ Autora: María Abreu

"Y lo ha llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría, en entendimiento, en ciencia y en todo arte, para inventar diseños."
Éxodo 35:31-32



miércoles, 17 de septiembre de 2025

🌟 El niño que no sabía orar 🌟


En lo lejano de un bonito pueblo vivía Daniel con su abuelita. Daniel era un niño curioso, alegre y juguetón.
Le llamaba mucho la atención ver que su abuelita, cada noche, cerraba los ojos y se ponía a orar.

Muchas veces se preguntaba por qué su abuelita oraba y por qué era tan importante para ella hacerlo.


Una noche, mientras se escuchaba el canto de los grillos y las cigarras, Daniel se acercó y le preguntó a su abuelita:

—¿Por qué hay que orar a Dios?

Ella le respondió con dulzura:
—Porque Dios nos cuida de todo peligro y de todo mal. También nos da todo lo que necesitamos, porque nos ama.

Daniel, al escuchar esa respuesta, quedó impactado y muy emocionado, por lo que preguntó:
—Abuelita, yo no sé orar… ¿cómo debo hacerlo?

Con voz suave y rostro tierno, la abuelita le explicó:
—Hijo, orar no es repetir palabras bonitas ni difíciles. Orar es hablar con Dios como hablas con un amigo, con tu corazón.

Esa misma noche, Daniel fue muy contento a su pequeña habitación y comenzó a orar:
—Hola, Dios… mi nombre es Daniel. No sé orar, pero quiero darte las gracias por mi familia, por el pan de hoy… y también porque me cuidas cuando tengo miedo. En el nombre de Jesús, amén.

Después de esa sencilla oración, Daniel sintió una paz enorme en su pequeño corazón y se quedó dormido.

Al día siguiente se levantó muy emocionado y le contó a su abuelita que ya sabía hablar con Dios, y que, desde ese momento, siempre iba a hablar con Él como con su mejor amigo.

Desde ese día, Daniel fue comprendiendo que Dios siempre escucha nuestras oraciones.

Autora: María Abreu

"Y, si sabemos que Dios oye todas nuestras oraciones, podemos estar seguros de que ya tenemos lo que le hemos pedido."
— 1 Juan 5:15



domingo, 14 de septiembre de 2025

EL NIÑO MENTIROSO Y LA RANA🐸 - CUENTO INFANTIL CRISTIANO CON MORALEJA

 

En un pequeño pueblo, lleno de árboles verdes y en lo alto de una colina, vivía Lucas. Su casita de madera estaba pintada de color azul.

Lucas era un niño alegre y juguetón, pero tenía un gran defecto: le encantaba decir mentiras.

Cuando su madre le preguntaba:
—Lucas, ¿ya hiciste la tarea del colegio?
Él respondía que sí, pero cuando su madre revisaba el cuaderno, se daba cuenta de que era mentira.

También, cuando ella le preguntaba:
—Lucas, ¿ya te duchaste?
Él respondía que sí, mintiendo otra vez.

—Lucas, ¿ya te comiste toda la comida?
—Sí —decía él, aunque no era cierto.

Así pasaban los días: Lucas mintiendo a cada momento.

Una tarde, en el pequeño pueblo comenzó a caer una suave llovizna. La madre le dijo que fuera al baño a ducharse, pero Lucas le contestó:
—Mamá, el día está un poco húmedo y tú una vez me dijiste que, cuando llueve, a veces unas ranas se posan en la pared del baño. Y yo les tengo miedo.

Ante esta excusa, la madre le respondió con firmeza:
—Lucas, ya llevas tres días sin ducharte. Métete a la ducha, no hay ranas.

Confiando en las palabras de su madre, Lucas entró al baño. Se quitó la ropa y comenzó a enjabonarse con el estropajo, cuando de pronto sintió que algo saltaba sobre su espalda. ¡Era una pequeña rana verde!

Lucas empezó a gritar, dar saltos y patalear del susto. Muy asustado, salió corriendo del baño y le dijo a su madre:
—¡Mamá, me mentiste! Me dijiste que no había ranas en el baño.

La madre, al ver la carita ruborizada y temblorosa de su hijo, se acercó con ternura y le explicó:
—Lucas, lo que quiero que entiendas es que decir mentiras no es bueno. La mentira hace daño porque es cruel.

En ese momento, Lucas bajó la cabeza y comprendió lo terrible que es mentir.


✍️ Autora: María Abreu

? “Y todo aquel que hace y ama la mentira no entrará en el reino de los cielos.”
Apocalipsis 22:15


VER EL CUENTO EN YOUTUBE:  https://www.youtube.com/watch?v=vRi39AgNmtM



← ANTERIOR PROXIMA → INICIO

SUSCRÍBETE

Vistas de página en total

TE GUSTARON LOS CUENTOS?

Sports

Cuentos por categorías

m

Visita feliz