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sábado, 27 de noviembre de 2021

NO TE QUEJES TANTO BURRO

A paso lento cruzaba el burro un riachuelo con la leña sobre su lomo. Cansado y aburrido no dejaba de lamentarse por el peso de la carga:

_ «Hi-aaa, Hi-aaa»


 

Al caer la tarde, el burro se acostaba sobre las frescas hierbas para descansar; pero aún ahí seguía rebuznando su lamento:

_ «Hi-aaa, Hi-aaa»

Un gusanito cansado de escuchar los lamentos del burro, arrastrándose por el suelo se acercó a decirle:

_ No te quejes tanto por tu destino. A mí me gustaría caminar, saltar, cruzar los riachuelos, sin embargo, mi vida es arrastrarme por el suelo corriendo el riesgo de que alguien me pise y me aplaste.

_ ¡Amigo es difícil vivir con cargas todos los días! _ explicó el burro.

_ ¡Tenemos que aprender a llevar nuestro destino con alegría y optimismo; porque si no lo hacemos seremos infelices toda la vida! _ explicó el gusanito.

Autora: María Abreu

 

 ¿Por qué te abates, oh alma mía, Y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío. (Salmos 42:5)



ASÍ ES MARÍA – CORRIÉNDOLE AL ABURRIMIENTO

En una casita muy bonita, ubicada en un pequeño pueblo, vive María con sus dos pequeñas mascotas, el ratón y el gorrión. También, en el mismo pueblo cerca de la casa de María vive el granjero Marcos.

María es una chica simpática y alegre, pero muchas veces se queja de que se siente aburrida y sola.

El pequeño ratón cansado de las quejas de María se acercó para aconsejarle:

_ ¿Qué te parece si vamos a visitar al granjero Marcos, quizás te invita a una cena? ¡De esa manera se te quitará la soledad y el aburrimiento!

_ ¡No lo sé, ese chico me parece muy tímido!

_ Si no te acercas a él no lo sabrás. Así que…, tengo un plan, para que conozcas a Marcos _ explicó el ratón dándole una pelota en las manos.

María cogió la pelota y un poco confundida aceptó el plan.

 Salieron a la calle y el ratoncito subido en el hombro de María oculto entre su larga y abundante cabellera iba dándole ideas.

_ ¡Observa, allá está Marcos sentado en el balcón de su casa, lanza la pelota para que se acerque y te la devuelva!

María lanzó fuertemente la pelota golpeándolo en la cabeza.

_ ¡Lo he matado, lo he matado! _ gritaba muy angustiada al ver que Marcos había caído al suelo.

Rápidamente corrió en su auxilio y agarrándole por la cabeza le preguntó:

_ ¿Estás bien?

Marcos, desde el suelo, la miró con sus hermosos ojos azules y con una dulce sonrisa le dijo:

_ ¡No sabía que lanzabas tan fuerte!

En ese instante, María con una tímida sonrisa se acomodó el pelo dejando al ratón al descubierto. Marcos al verlo exclamó sobresaltado:

_ ¡Tranquila! ¡Yo me ocupo de este ratón! ¡No te pongas nerviosa!

El ratón, al ver que éste amenazaba con matarlo con uno de sus zapatos dio un salto y comenzó a correr.

Marcos corría detrás del ratón y María detrás de Marcos gritando:

_ ¡No por favor!  ¡No le hagas daño!

_ ¡Quédate atrás, no te acerques! _ vociferaba Marcos con mucho empeño en atrapar y matar al ratón.

_ ¡No le hagas daño, es mi amigo! _ gritaba María angustiada.

El ratón que corría a toda prisa al escuchar las palabras de María se detuvo y mirando para atrás vio que Marcos había parado de correr.

Entonces, caminó lentamente hacia Marcos y acercándose le ordenó: 

_ ¡Préstame tu pañuelo, necesito secarme el sudor!

Éste asombrado se agachó y le entregó el pañuelo. Entonces el ratón se secó todo el cuerpo incluyendo la colita dejando a Marcos con la boca abierta de asombro.

_ ¡Muchas gracias por tu amabilidad! _ expresó María interrumpiendo la admiración de Marcos.

_ ¡De nada! _ dijo Marcos y dando la espalda se marchó.

_ Vaya, tanto esfuerzo y éste se marcha sin invitarte a cenar y ni siquiera a dar un paseo_ señaló el pequeño ratón en medio de una gran frustración.

_ ¡Otro día será! _ expresó María marchándose a casa.

 Continuará....

Autora: María Abreu

 

Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor. (1 Corintios 13:13)

 

 

 



LA PRINCESA PRESUMIDA - Cuento corto

En un gran castillo vivía una joven princesa que todos los días miraba en el espejo sus ojos verdes, su largo pelo negro y su cuerpo escultural. Era consciente de su belleza y le preocupaba mucho envejecer; por eso vivía obsesionada con ponerse cremas antiarrugas dos veces al día.



Hasta que un día cansada de las cremas y los tratamientos de belleza; llamó a uno de sus consejeros para que le diera alguna idea para no envejecer y éste le dijo:

_ Hay un árbol que a las 12:00 en punto de la noche, en su copa nace una hermosa flor blanca y aquél que logre agarrarla podrá pedir cualquier deseo y le será cumplido.

_ ¿Y cómo se llama ese árbol? _ preguntó la princesa.

_ ¡Es el bambú! _ respondió el joven consejero.

_ El bambú no tiene flores_ expuso entre dudas la princesa.

_ Sí que la tiene, pero es un gran misterio_ susurró el joven consejero.

_ Entonces llévame a ese lugar para pedir mi más anhelado deseo_ indicó la princesa.

Y así lo hicieron, cada noche montados a caballo iban al bosque y la princesa sentaba en el suelo no apartaba la vista del bambú para ver el nacimiento de la blanca flor.

Pero conforme iban pasando los meses la princesa se desesperaba y lloraba con la cabeza recostada en el tronco del bambú; porque a las 12:00 de la noche la blanca flor nunca aparecía.

El joven consejero viendo el sufrimiento de la princesa se acercó y con voz dulce le dijo:

_ Princesa, es hora de irnos al castillo.

_ No me quiero ir. ¿No ves que van pasando los años?  ¡Me saldrán arrugas, me dolerá la cadera y no podré usar tacones; todo por la vejez! _ decía la princesa entre lágrimas.

_ No te preocupes por la vejez y si llega, acéptala de una manera natural dando gracias a Dios por todo lo vivido explicó el joven consejero.

La princesa guardó silencio por unos segundos y mirando al joven consejero le dio un beso pidiéndole que se casara con ella y vivir juntos todos los días de su vida, incluso en la vejez.

 

Autora: María Abreu

 

La gloria de los jóvenes radica en su fuerza; la honra de los ancianos, en sus canas. (Proverbios 20:29)



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