EL NIÑO DE LA CAVERNA
Había una vez un grupo de niños que vivían en una caverna. La cueva era oscura y fría.
Dentro de la caverna, los niños veían en la pared sombras de animales, árboles y hasta de personas.
Como habían vivido toda su vida allí dentro, pensaban que esas sombras eran el mundo entero.
—¡Mira qué animal más bonito! —decía uno, al ver la sombra que se movía.
—¡Qué luz tan hermosa! —decía otro, al mirar un rayo de luz borrosa en la pared.
Pero la realidad era que, detrás de ellos, había una hoguera. Y entre el fuego pasaban personas y objetos que proyectaban aquellas sombras que los niños contemplaban.
Un día, un niño muy curioso llamado Esteban les dijo a los demás:
—¿Y si existe algo más que sombras?
—No seas tonto, las sombras son lo único que existe —respondió otro.
Pero Esteban, movido por la curiosidad, caminó hacia el fondo de la caverna. Y cuanto más avanzaba, más fuerte brillaba una luz que jamás había visto.
Al salir de la caverna, sus ojos se llenaron de un gran resplandor.
El sol brillaba en el cielo, los pájaros cantaban, los árboles eran verdes, y los animales tenían distintos colores y formas.
Esteban quedó impresionado y susurró:
—El mundo es mucho más que sombras, y mucho más grande de lo que imaginaba.
Corrió de vuelta a la caverna diciendo:
—¡Amigos, escuchen! Afuera hay un mundo donde el sol es real, los animales son de verdad y todo está lleno de colores. ¡Hay un mundo enorme esperándonos!
Pero los demás niños, moviendo la cabeza, negaron todo lo que escuchaban de Esteban.
Él trató de animarlos a salir para que descubrieran la verdadera realidad que estaba ahí afuera, pero los demás se negaron. Se sentían más seguros con lo conocido que con lo desconocido.
Autora: María Abreu
"Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres."
(Juan 8:31-32, 36)
Enseñanza:
A veces el miedo nos hace conformarnos con poco, pero si confiamos en Dios y damos un paso de fe, descubriremos un mundo mucho más grande y lleno de luz.