
Hace millones de años,
el tiempo no estaba medido en horas, días, semanas, meses ni años. Simplemente
transcurría sin ningún equilibrio.
Las personas vivían
libres de horarios y con una vida desordenada. Por eso, un buen día, un pequeño
duende decidió capturar el tiempo para medirlo.
Mágicamente el duende
atrapó el tiempo y lo metió dentro de un reloj. Inmediatamente la manecilla del
reloj empezó a medir el tiempo por lo que el duende...