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lunes, 19 de mayo de 2014

La mariposa que besaba las rosas

Un gran jardín con una pequeña piscina en medio y al lado de la piscina árboles verdes, flores de diferentes colores y unas  plantitas de fresas para el placer de los sentidos.

En este jardín vivía una mariposa que gozaba de los olores de las flores y se posaba al borde de estas para beber del néctar. También algunas tardes se tumbaba sobre sus pétalos para disfrutar de los rayitos del sol.
Pero en el jardín no todo era color de rosas, a veces era atacada por algunos insectos incluyendo al escarabajo. También había días en los que se sentía sola, otros en los que disfrutaba de la compañía de los amigos, momentos en los que sonreía y otros en los que lloraba.

La vida era un desafío constante; pero la mariposa tenía claro que es mejor centrarse en la perseverancia y no en los lamentos. Así que cada día lo disfrutaba al máximo como si fuera el último y por eso besaba las rosas.

Pasaron los años y la mariposa envejeció y también enfermó. La enfermedad era un golpe para su autonomía, porque cada día se iba debilitando e iba perdiendo la libertad de hacer las cosas cotidianas de la vida.

Una tarde acostaba sobre una hoja caída de un árbol, reconocía la fragilidad de la vida y su finitud; por eso oraba y daba gracias a Dios por todo lo vivido hasta que  pasó a vivir a la eterna primavera.

Autora: María Abreu

El hombre dura como la flor del campo, el viento, la rosa y ya no existe (Salmo 103: 15_16)





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