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miércoles, 12 de noviembre de 2025

🌿 El cuento del Salmo 91

 

🌿 El cuento del Salmo 91

En un pequeño pueblo rodeado de árboles, montañas y ríos, vivía Lucas, un niño alegre, juguetón y curioso.



A Lucas le encantaban las aventuras, por eso un día dijo:
—Mamá, ¿puedo ir al bosque a buscar a mi burrito para dar un paseo?

—El burrito está un poco lejos de casa, pero puedes ir —respondió su madre.

Entonces Lucas, muy feliz, se fue corriendo hacia el bosque. Pero de pronto escuchó un fuerte rugido…
¡Era un enorme león de melena gris que se acercaba con pasos lentos y mirada feroz, dispuesto a atacarlo!

Lucas se detuvo con el corazón latiendo muy fuerte. Puso la mano en el pecho, se giró y se encontró cara a cara con el león. En ese mismo instante se oyó un gran estruendo en el cielo: ¡un rayo cayó y partió un árbol en dos! El león, asustado, salió corriendo y desapareció entre los árboles.

Lucas miró al cielo y sintió en su corazón que alguien lo había salvado.

Continuó su camino, pero tropezó con una rama y cayó al suelo, justo al lado de una enorme serpiente que sacaba la lengua y se movía con intención de tragárselo. Lucas se levantó rápidamente y corrió con todas sus fuerzas. Al mirar hacia atrás, vio a un cazador que con su machete había cortado la cabeza de la serpiente.

Siguió caminando entre la maleza, aún asustado, sin saber si continuar o regresar, hasta que escuchó a su burrito rebuznar:
—¡Jijo, jijo!

Entonces se dio cuenta de que ya estaba cerca.

Todo parecía tranquilo… hasta que un relámpago iluminó el cielo, seguido de un trueno ensordecedor. La lluvia empezó a caer tan fuerte que parecía que se desataba una tormenta.

Lucas, con las manos sobre la cabeza, corrió y se refugió dentro de una cueva. Los relámpagos centelleaban en el cielo, los truenos retumbaban en el bosque y la lluvia no cesaba. Tenía miedo… sí, mucho miedo.

Se sentó en el suelo, puso la cabeza entre sus piernas, queriendo llorar y gritar… hasta que recordó lo que su madre siempre le enseñaba, los versículos del Salmo 91:

“Pues a sus ángeles mandará acerca de ti,
Que te guarden en todos tus caminos.
Me invocará, y yo le responderé;
Con él estaré yo en la angustia.”

Entonces Lucas oró a Dios, sabiendo que Él lo escuchaba y lo cuidaba de todo mal. Seguro de que Dios había enviado un ángel para protegerlo, se quedó dormido en medio de la tormenta, confiado y en paz.

Pasaron las horas, y alguien se asomó a la entrada de la cueva extendiéndole la mano. Era aquel cazador que había matado a la serpiente.

Lucas se levantó y lo siguió hasta su burrito. Subió feliz sobre él y regresó a casa, donde le contó a su mamá todo lo que había sucedido.

Esa noche, antes de dormir, Lucas sonrió y dio gracias a Dios, porque comprendió que el Señor siempre cuida a los que confían en Él



martes, 4 de noviembre de 2025

Los tres cerditos y el lobo vegano

 Corría el lobo por el bosque a toda prisa, muy asustado. Sí, estaba asustado porque un gorila lo estaba persiguiendo con la intención de comérselo. En el pasado, el gorila se había enterado de que el lobo había intentado comerse a los tres cerditos.



El lobo corría sin parar y gritaba:
—¡Yo soy vegano, por favor no me comas! Créeme, jamás he vuelto a intentar comerme a los tres cerditos porque ahora soy vegano.

Pero el gorila feroz no le creía y lo perseguía sin descanso.
Los tres cerditos, desde la ventana de su casa de ladrillo, observaban la penosa escena.

En ese momento, el gorila, cansado de tanto correr, gritó:
—¡Otro día regresaré, y te prometo que te comeré, lobo malvado!
Luego se marchó a descansar a su casa construida en lo alto de un gran árbol.

El lobo, preocupado y asustado al ver que el gorila estaba dispuesto a vengarse, buscó la manera de demostrar que realmente se había vuelto vegano y que ya no tenía interés en comer carne.

Un día, en su casa construida en el tronco de un árbol, el lobo pensó:
—¡Tengo una idea! Haré la comida de Daniel. Al frente de mi casa prepararé una gran comida para compartir con los animales del bosque: verduras y legumbres —lentejas, garbanzos, frijoles— para comer, y agua para beber.

Y así lo hizo. El lobo preparó un gran fogón y, en un caldero enorme, cocinó legumbres con vegetales.
Todos los animales del bosque fueron invitados, incluso los tres cerditos.

Lejos de allí, el gorila dormía en su cama de paja, cuando escuchó los pasos de los animales. Miró que todos se dirigían a la casa del lobo y decidió acercarse.
Escondido detrás de un árbol, observaba la generosidad del lobo, cocinando y compartiendo con los demás.

El cerdito mayor, al notar la presencia del gorila, lo invitó a unirse a la comida. El lobo, un poco asustado, pero decidido a demostrar que había cambiado, se acercó también y lo invitó al banquete.

El gorila, muy feliz, se acercó, comió, bailó y compartió con todos, aprendiendo una gran lección:

Todo el que desea cambiar merece una oportunidad. Hay que perdonar.


Autora: María Abreu

“Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado;
Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.”
Salmos 51:17



domingo, 2 de noviembre de 2025

LA NIÑA QUE GUARDABA BESOS EN UN FRASCO

 

En un pequeño pueblo, vivía una niña llamada Rosa.
Era cariñosa, dulce y siempre tenía una gran sonrisa.
Le encantaba jugar y reír, pero tenía un secreto muy especial:



En su habitación guardaba una cajita de colores donde atrapaba besos.

Allí tenía:

  • el beso de buenas noches de papá,

  • el beso de mamá cuando se caía,

  • el beso de despedida de la abuela,

  • y el besito de su mejor amiga cuando se sentía sola.

Su habitación siempre se sentía cálida y llena de ternura gracias a los besos guardados en su cajita mágica.

Pero un día, todo cambió.

Su papá tuvo que irse muy lejos por trabajo.
Su abuelita se enfermó y no pudo visitarla.
Y, para colmo, su mejor amiga se mudó de ciudad.

Rosa se sintió muy triste.
Se abrazó fuerte a su cajita de colores, donde tenía todos los besos guardados.

Cuando extrañaba cariño, abría la cajita…
y los besos salían al aire como si quisieran escapar, brillando suavemente.

Ese día, al verlos escaparse, Rosa entendió algo hermoso:

El amor no es para encerrarlo ni guardarlo.
El amor es para compartirlo.

Entonces, decidió ir al parque.
Y allí comenzó a compartir amor:

💗 con la niña que estaba sola sin nadie con quien jugar,
💗 con el niño que se cayó del columpio y se raspó la rodilla,
💗 y con el viejecito que tenía dificultad para levantarse del banco.

Más tarde, Rosa volvió a casa…
¡y su papá había regresado del viaje!

Ella corrió a abrazarlo y él, sonriendo, le preguntó:

—¿Me extrañaste, hija?

Rosa respondió:

—Papá, hoy aprendí que el amor no es para guardarlo, sino para compartirlo.

Su papá quedó maravillado por sus palabras y por lo que había hecho en el parque.

—Me alegra tanto que hayas entendido eso, hija —dijo mientras la abrazaba.

Y desde ese día, incluso su papá aprendió a compartir amor con los demás:
con una sonrisa, un abrazo, una palabra bonita, una oración.

Porque el amor, cuando se comparte, crece más y más.

Autora: María Abreu

“El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo; seguid lo bueno.
Amaos los unos a los otros con amor fraternal.”
— Romanos 12:9–10



sábado, 25 de octubre de 2025

EL NIÑO DESOBEDIENTE - CUENTO INFANTIL CRISTIANO EN ESPAÑOL PARA DORMIR NIÑOS

 

El niño desobediente

Autora: María Abreu

En un pequeño pueblo rodeado de árboles, montañas y ríos, vivía Tomás, un niño alegre, juguetón y curioso. Pero era tan aventurero que tenía un problema: no le gustaba obedecer.

Por las noches, cuando la lámpara de su casita estaba encendida, su madre siempre le decía:
—Tomás, deja de jugar con la lámpara, que te puedes quemar.



Pero Tomás no hizo caso a su mamá… y se quemó la mano. Entonces, la madre, con mucho cariño, fue y se la curó.

Al día siguiente, la madre le advirtió:
—Tomás, no te subas a ese árbol, que te puedes caer.
Pero Tomás, como era muy desobediente, comenzó a trepar el árbol. Resbaló… ¡y se cayó!

La madre lo escuchó llorar de dolor y corrió a socorrerlo.

Pasaban los días, y la madre seguía enseñándole:
—Tomás, no saltes en la cama, que te puedes golpear.
Pero Tomás, desobedeciendo como siempre, no paraba de brincar… hasta que se cayó y se dio un tremendo golpe.

Una vez más, su madre fue a curarlo con paciencia y amor.

Así era el día a día de Tomás: hacía lo que le daba la gana y desobedecía sin parar.

Una mañana, cuando el cielo estaba nublado, Tomás dijo:
—Mamá, ¿puedo ir al bosque a buscar mi burrito para dar un paseo?

—No, hijo —le advirtió su madre—. Está nublado y creo que va a caer una tormenta.

—¡No va a llover, mamá! —respondió Tomás.

Y, desobedeciendo una vez más, abrió la puerta de la casa y se fue en busca de su burrito, que estaba amarrado lejos, cerca del bosque.

Los árboles eran altos, el aire estaba quieto y ya no se escuchaban los cantos de los pájaros. Tomás caminaba abriéndose paso entre la maleza. Todo parecía tranquilo… hasta que un relámpago iluminó el cielo, seguido de un trueno ensordecedor.

De pronto, empezó a llover con fuerza.

Tomás sintió miedo y corrió hasta una cueva cercana. Desde allí, temblando, vio cómo un rayo partía un árbol en dos.
Asustado, comenzó a llorar y a gritar:
—¡Mamá, ven! ¡Te necesito, mamá!

Pasaban las horas, el viento soplaba con tanta fuerza que derribó varios árboles. Tomás, muerto de miedo, se acurrucó en el suelo y escondió la cabeza entre las piernas.

—Mamá… —lloraba—, ven… Desde hoy te voy a obedecer siempre. Tengo miedo, mamá.

Justo en ese momento, alguien asomó la cabeza por la entrada de la cueva: ¡era su madre!
En medio de la tormenta, había salido a buscar a su pequeño.

Lo abrazó fuerte, lo tomó en brazos y, montada en un caballo, lo llevó de regreso a casa.

Desde ese día, Tomás aprendió que la desobediencia siempre trae consecuencias, y que obedecer a sus padres es una forma de cuidarse… y de demostrar amor.



miércoles, 15 de octubre de 2025

“El día que Daniela dijo ¡YA BASTA de chuches! — Cuento infantil sobre dulces y frutas”

“Cuento para niños: Daniela y su barriga gruñona — aprendo a decir no a las chuches”

En un bonito pueblo lleno de casas, tiendas, parques y árboles frondosos vivía una niña llamada Daniela.
Daniela era muy alegre y juguetona, pero tenía un pequeño problema: ¡le encantaban las chuches!
Comía dulces para desayunar, caramelos para almorzar, nubes de azúcar para merendar y chocolates para cenar. ¡Le gustaban todos!



Cada vez que su madre la llevaba al parque, Daniela se iba directamente a la tienda de chuches.

—Mamá, cómprame esta nube de azúcar, por favor. Solo esta… y aquel chocolate también, que se ve muy bueno.

—Daniela, son los últimos dulces que te compro. ¡Llevas todo el día comiendo chuches! —le respondió su mamá.

Y así era el día a día de Daniela: comiendo chuches sin parar.

Una tarde, mientras masticaba unos caramelos, escuchó un gruñido tenebroso.

—Gru, gru, ñu-gru...

—¿Qué es ese sonido? ¿Es un tigre? —preguntó asustada.

—¡Soy tu barriga! —respondió una voz—. Estoy muy enfadada.

—¿Mi barriga habla? —preguntó Daniela con los ojos abiertos de sorpresa.

—Sí, estoy harta de tantos dulces. ¡Ya basta! —dijo la barriga con tono molesto.

Al escuchar aquello, Daniela corrió a contárselo a su madre.

—Mamá, ¡mi barriga me habló! —exclamó agitada.

Su madre sonrió y le dijo:
—Daniela, come un poco de fruta. Prueba esta manzana y verás cómo tu barriga se calma.

Daniela dio un mordisco a la manzana, y su barriga suspiró aliviada:
—¡Ahhh! Esto está mucho mejor.

Desde ese día, Daniela aprendió a comer menos chuches y más frutas.



jueves, 9 de octubre de 2025

EL SELLO 666 DEL ANTICRISTO – Cuento infantil

 Adaptación infantil por María Abreu, basado en Apocalipsis 13

Había una vez un gran continente llamado Europa, donde había mucho desorden: crisis económicas, guerras y rumores de más guerras.

Los presidentes de ese continente no sabían cómo controlar tanto caos, hasta que un día apareció un hombre que decía ser Cristo.

Este hombre hacía grandes señales en el cielo. Incluso un día hizo que descendiera fuego del cielo a la tierra. La gente, al ver esto, quedó impresionada por tanto poder.

—¡Yo soy el Cristo que tanto estaban esperando! —gritó el hombre—. Les prometo que, con mi poder, el mundo tendrá paz y prosperidad.

La gente se arrodillaba y lo adoraba. El hombre continuó:

—Tendrán todo lo que deseen. Solo deberán obedecerme y aceptar una marca que pondré en la frente o en la mano derecha: el 666. El que no se la ponga no podrá comprar ni vender.

Pero una anciana, que veía la transmisión en la televisión, le dijo a su hijo:

—No te pongas esa marca. El 666 es la marca de la bestia. Ese no es el verdadero Cristo. La Biblia dice que Cristo vendrá en una nube con un gran ejército.

Mientras la gente escuchaba al falso Cristo, muchos se apresuraron a ponerse la marca en la frente o en la mano.

Sin embargo, la abuelita le dijo a su nieto:

—Tenemos que escondernos, e incluso puede que tengamos que dar nuestras vidas por Jesús, porque ese no es el verdadero Cristo.

El nieto, atento a los consejos de su abuela, le preguntó:

—¿A dónde iremos, abuela?
—Vamos a escondernos en los montes —respondió ella.

Y así lo hicieron. La abuela y el nieto corrieron a esconderse en los montes, sabiendo que no podrían comprar ni vender, pero confiando en la promesa de que el verdadero Cristo vendría en una nube.

“Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria.”
Lucas 21:27



miércoles, 1 de octubre de 2025

EL NIÑO DE LA CAVERNA - CUENTO RELATO INSPIRADO EN EL MITO DE LA CAVERNA DE PLARÓN Y LA LIBERTAD EN CRISTO

 

EL NIÑO DE LA CAVERNA

Había una vez un grupo de niños que vivían en una caverna. La cueva era oscura y fría.

Dentro de la caverna, los niños veían en la pared sombras de animales, árboles y hasta de personas.

Como habían vivido toda su vida allí dentro, pensaban que esas sombras eran el mundo entero.


—¡Mira qué animal más bonito! —decía uno, al ver la sombra que se movía.
—¡Qué luz tan hermosa! —decía otro, al mirar un rayo de luz borrosa en la pared.

Pero la realidad era que, detrás de ellos, había una hoguera. Y entre el fuego pasaban personas y objetos que proyectaban aquellas sombras que los niños contemplaban.

Un día, un niño muy curioso llamado Esteban les dijo a los demás:
—¿Y si existe algo más que sombras?

—No seas tonto, las sombras son lo único que existe —respondió otro.

Pero Esteban, movido por la curiosidad, caminó hacia el fondo de la caverna. Y cuanto más avanzaba, más fuerte brillaba una luz que jamás había visto.

Al salir de la caverna, sus ojos se llenaron de un gran resplandor.
El sol brillaba en el cielo, los pájaros cantaban, los árboles eran verdes, y los animales tenían distintos colores y formas.

Esteban quedó impresionado y susurró:
—El mundo es mucho más que sombras, y mucho más grande de lo que imaginaba.

Corrió de vuelta a la caverna diciendo:
—¡Amigos, escuchen! Afuera hay un mundo donde el sol es real, los animales son de verdad y todo está lleno de colores. ¡Hay un mundo enorme esperándonos!

Pero los demás niños, moviendo la cabeza, negaron todo lo que escuchaban de Esteban.

Él trató de animarlos a salir para que descubrieran la verdadera realidad que estaba ahí afuera, pero los demás se negaron. Se sentían más seguros con lo conocido que con lo desconocido.


Autora: María Abreu

"Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres."
(Juan 8:31-32, 36)

Enseñanza:
A veces el miedo nos hace conformarnos con poco, pero si confiamos en Dios y damos un paso de fe, descubriremos un mundo mucho más grande y lleno de luz.



jueves, 25 de septiembre de 2025

LA PRINCESA DESOBEDIENTE

 LA PRINCESA DESOBEDIENTE

Autora: María Abreu



En lo lejano de un gran bosque, había un hermoso castillo, donde vivía la princesa Isabela. Ella era bella, amable y sonriente, pero tenía un problema: era muy desobediente.


Sus padres, el rey y la reina, la querían mucho y siempre le aconsejaban que no saliera sola del castillo. Sin embargo, la princesa Daniela no les hacía caso, ya que era muy curiosa y le gustaba explorar el entorno.

Por eso, un día, salió del castillo a escondidas para dar un paseo por el bosque; quería ver las coloridas mariposas que aparecían al comienzo de la primavera.

Mientras caminaba, se deleitaba mirando la belleza de las flores, las mariposas revoloteando sobre ellas y las abejas recogiendo néctar. También escuchaba el canto de los pájaros; todo era tan hermoso que, al mirar a su alrededor para buscar el camino de regreso a casa, se dio cuenta de que se había perdido.

Con la mano en el pecho por el susto, la princesa miraba perdida a su alrededor. Caminaba asustada, pero no encontraba el camino y sólo recordaba el consejo de sus padres:

—Princesa Daniela, no salgas sola al bosque.

Desesperada y sin saber qué hacer, empezó a gritar pidiendo ayuda.

Justo en ese momento, un campesino que solía salir al bosque a recoger leña la escuchó y fue en su auxilio.

La princesa quedó impactada por la belleza del joven campesino: alto, fuerte, con ojos azules, mirada penetrante y un flequillo que reposaba sobre su frente. Él se acercó y ella le contó que estaba perdida.

El campesino, muy amable, le explicó que conocía bien el bosque y que la ayudaría a regresar a casa.

Haciendo espacio entre los matorrales, el campesino encontró el camino y le indicó cómo regresar al castillo.

La princesa, muy agradecida, le pidió que por favor fuera a cenar al castillo esa misma noche, en señal de gratitud por haberla ayudado.

Luego, la princesa Daniela regresó a casa y contó lo sucedido a sus padres, quienes le recordaron la importancia de la obediencia, pues si no hubiera sido por aquel campesino, no se sabría qué le habría pasado.

Finalmente, esa misma noche, el campesino fue a cenar con los reyes y la princesa. Después de la cena, esta le pidió que subieran al balcón para ver la luna; sin embargo, una vez allí, el campesino Joel le mostró la belleza de la luz de las luciérnagas.

Pasados algunos años, la princesa Daniela y el campesino Joel se enamoraron, se casaron y fueron muy felices.

  "Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo."  Efesios 6:1



sábado, 20 de septiembre de 2025

La muelita y la endodoncia – Versión rimada

 

Había una muelita que se llamaba Sarita,
vivía en la boca de Daniela, muy bonita.

Junto a sus amigas trabajaba sin parar,
pan, frutas y carnes le gustaba masticar.



Pero un día un caramelo y un helado frío,
le causaron a Sarita un dolor muy bravío.
—¡Ay, qué dolor siento por dentro de mí!
Ya no puedo masticar como lo hacía antes, ¡ay sí!

Un bichito travieso se metió sin avisar,
hizo un agujerito y al nervio fue a dañar.
Ese hilito sensible que da vida y calor,
cuando se enferma, ya no aguanta el dolor.

Daniela en su carita la mejilla se tocó,
—¡Mamá, al dentista, que el dolor aumentó!

La doctora revisó y muy clara explicó:
—Tu muelita Sarita su nervio ya enfermó.
Haremos endodoncia, no hay por qué temer,
limpiamos y sellamos, ¡volverá a florecer!

—¿Endodoncia? —preguntó Daniela al escuchar.
—Es sacar el nervio malo y la muela curar.
Le pondremos un material fuerte y especial,
así seguirá masticando y ya no le dolerá más.

Daniela abrió la boca, Sarita suspiró,
la doctora con cuidado su nervio retiró.
Limpiaron, taparon y todo terminó,
y Sarita muy alegre de nuevo sonrió.

—Aunque ya no tenga mi nervio, aquí seguiré,
masticando contigo siempre ayudaré.

Daniela aprendió lo que debe practicar:
cepillarse los dientes después de cada manjar.

Y colorín colorado,
este cuento rimado se ha acabado. 🦷✨

Autora: María Abreu

"Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre,
y no desprecies la dirección de tu madre;
porque adorno de gracia serán a tu cabeza,
y collares a tu cuello."

📖 Proverbios 1:8-9




La muelita y la endodoncia – Cuento infantil

 

La muelita y la endodoncia – Cuento infantil

Había una muelita que se llamaba Sarita, y vivía en la boca de una niña llamada Daniela.

La muelita Sarita trabajaba mucho junto a las demás muelitas, triturando pan, frutas, carnes y hasta los caramelos, que eran los favoritos de Daniela.

Un día, mientras trituraba un caramelo y luego un helado muy frío, la muelita Sarita empezó a sentirse mal.
—¡Ay! Siento mucho dolor por dentro… creo que no puedo triturar nada como antes —dijo Sarita muy dolorida, y comenzó a llorar.

Un bichito de azúcar había hecho un agujero muy profundo y había dañado el nervio, ese hilito sensible que le daba vida y la hacía sentir. Cuando el nervio se enferma, ya no puede seguir ahí.

Daniela, llevándose la mano a la mejilla, también notaba el dolor de su muelita Sarita.
—¡Mamá, llévame al dentista, me duele mucho la muela! —gritó Daniela.

La mamá, preocupada, llevó a Daniela al dentista. La doctora revisó y explicó:
—Daniela, tu muelita Sarita está llorando porque su nervio está muy enfermo. Ese nervio ya no puede quedarse ahí. Para que deje de doler, vamos a hacerle una endodoncia.

—¿Endodoncia? ¿Qué es eso? —preguntó Daniela.

La doctora sonrió y respondió:
—Es quitar el nervio, porque está malito. Vamos a limpiar la muelita por dentro y luego le pondremos un material fuerte. Así, Sarita podrá quedarse en tu boca y seguir masticando contigo, pero esta vez sin dolor.

Cuando Daniela escuchó la explicación, abrió la boca con confianza. La doctora, con mucho cuidado, limpió, curó y tapó a la muelita Sarita.

Entonces, Sarita se sintió tan feliz que les dijo a sus compañeras, las demás muelitas:
—¡Qué bien! Porque aunque ya no tengo mi nervio, podré seguir ayudando a masticar los alimentos junto a ustedes.

Daniela también aprendió la lección y practicó los consejos que le dio la dentista acerca de la importancia de cepillarse los dientes después de cada comida.

Y colorín colorado,
esta endodoncia se ha acabado. 🦷✨

Autora: María Abreu

"Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre,
y no desprecies la dirección de tu madre;
porque adorno de gracia serán a tu cabeza,
y collares a tu cuello."

📖 Proverbios 1:8-9



El bichito en la muela

 Había un niño llamado Jairo al que le encantaba comer caramelos.

Su mamá siempre le decía:
—Jairo, cuando comas caramelos debes cepillarte los dientes.

Pero Jairo no hacía caso a su mamá, y cada vez que comía caramelos no se cepillaba.

Una noche, mientras dormía, sintió un ligero dolor en la boca.
—¡Ay! —dijo llevándose la mano a la mejilla—. ¡Me duele una muela!

El dolor era porque dentro de la muela vivía un bichito llamado Carie, que había hecho un agujerito para vivir allí. El bichito, feliz, se alimentaba de los restos de azúcar y gritaba con alegría:
—¡Ummm, qué ricooo!

Mientras tanto, Jairo no pudo dormir en toda la noche.

A la mañana siguiente, su mamá lo llevó al dentista, y la doctora le explicó:
—Jairo, el dolor que sientes es porque un bichito se ha instalado en tu muela.

—¡Oh, nooo! —gritó Jairo preocupado.

—¿Quieres que lo saquemos? —preguntó la doctora.

—Sí, por favor —respondió Jairo con su carita avergonzada.

Entonces, siguiendo las instrucciones, Jairo abrió la boca. La doctora limpió y curó la muela, y el bichito salió corriendo muy lejos.

Después del procedimiento, la doctora volvió a explicar:
—Jairo, para que el bichito no vuelva a hacer un agujerito en tu muela, debes cepillarte los dientes después de cada comida y usar un enjuague con flúor.

Jairo asintió con la cabeza y comprendió la lección, diciendo:
—Si me cepillo los dientes después de comer, ningún bichito podrá hacer un agujerito en mi muela.

Y así, cada mañana y cada noche, Jairo cantaba mientras se cepillaba:
"Adiós bichito, adiós dolor, con mi cepillo me cuido mejor".

Y colorín colorado,
el bichito en la muela se ha marchado. 🪥✨

Autora: María Abreu

"Hijos, sed obedientes a vuestros padres en todo, porque esto es agradable al Señor."
📖 Colosenses 3:20



jueves, 18 de septiembre de 2025

NO TE JUNTES NI JUEGUES CON ESTE TIPO DE NIÑOS

 

En el recreo de la escuela del frondoso bosque, todos los animalitos salían al patio a jugar.

El zorro Guille siempre iba contento porque le gustaba compartir y divertirse con los demás.

Pero un día se encontró con un grupo de zorros y jabalíes que jugaban de manera brusca: empujaban, gritaban y no respetaban a los demás.

—¡Ven, Guille, juega con nosotros! —le llamaban entre burlas.

Guille, aunque quería tener amigos, dudó. En ese momento recordó los consejos de su abuelo:
—“Si alguien juega mal o se porta mal, simplemente aléjate en silencio.”

El zorrito respiró hondo y respondió:
—No, gracias. No quiero lastimar a nadie.

Y se marchó a jugar con las ardillas, que trepaban felices por los árboles.

De esa manera, Guille descubrió que la verdadera diversión está en jugar con respeto, alegría y buenos amigos.

También comprendió que no se trata de pelear ni de enfrentar a nadie, sino de saber marcharse en silencio con sabiduría.


✍️ Autora: María Abreu

"Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él."
Proverbios 22:6



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