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jueves, 10 de noviembre de 2016

El canto del ruiseñor


Con los primeros rayos del sol, todas las aves se despertaron a saludar la aurora. De pronto una melodía las hace sentirse confundidas.

Con voz suave y sostenida, un ruiseñor canta su gran nota musical.

Algunas aves callan escondidas entre las hojas de los árboles y otras se quedan con el pico abierto.

Curiosas, intentan descubrir quién es capaz de cantar con tanta riqueza musical.

_ ¡¡Choki-chokichoki…!!_ entonaba el ruiseñor.

 _ ¡Ese tono es rápido y alto! _murmura un jilguero.

_ ¡¡Píu-píupíu…!!_ cantaba de nuevo el ruiseñor.

_ ¡Y esa otra entonación es aguda y altísima!_ susurra un petirrojo.

Las aves curiosas iniciaron su aleteo y salieron de entre los árboles para descubrir quién era que cantaba con tanta majestuosidad y descubrieron al ruiseñor gorjeando, posado sobre una rama. Algunas quedaron admiradas y otras envidiosas.

En fin, y es que el arte no deja indiferente a nadie …

Autora: María Abreu

Según cada uno ha recibido un don {especial}, úselo sirviéndoos los unos a los otros como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. (1 Pedro 4:10- 11)



miércoles, 11 de junio de 2014

El árbol envidioso

Había una vez un hermoso árbol plantado en un gran bosque, con tronco recto y fuerte de color marrón. Sus ramas eran finas, sus hojas de color verde oscuro y sus flores muy llamativas que muchas veces se convertían en ricas frutas.

En su copa había un nido con dos pichoncitos y cada mañana se podía escuchar a la madre de éstos dando la bienvenida al día que comenzaba a través de su dulce canto.
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Este maravilloso árbol daba sombra y frescor, sus ramas brindaban asientos y cuando éstas jugaban con el viento dejaban caer sus ricas frutas al suelo las cuales servían de suculento alimento.

Sin embargo, a su lado, vivía otro árbol seco, feo y pequeñito que le miraba con mucha envidia.

_ ¿Qué haces para estar tan bello y frondoso? Porque yo lo he intentado y no he podido lograrlo_ preguntó el árbol seco.
..... .....

_ No puedes ser bello y frondoso porque estás podrido de envidia y malos sentimientos en tu interior_ explicó el frondoso árbol.

_ ¿Y qué debo hacer?_ preguntó tristemente el árbol seco con lágrimas en sus dos únicas hojitas.

_ Debes curarte por dentro para que pueda brotar la belleza que duerme en tu interior_ expuso el frondoso árbol.

Entonces el árbol seco reflexionó y decidió sacar todos los malos sentimientos que le habían hecho permanecer podrido y seco durante tanto tiempo. Y desde ese momento la hermosura que había dentro del él comenzó a agitarse haciendo que salieran ramas y hojas verdes, bellas flores y ricas frutas alcanzando así una gran altura.

Ante este interesante acontecimiento ambos árboles lo celebraron  muy felices con un concierto de ruiseñores en sus ramas y se hicieron muy buenos amigos.

Autora: María Abreu

El corazón apacible es vida a la carne; mas la envidia, pudrimiento de los huesos. (Proverbios 13:14)




miércoles, 26 de febrero de 2014

La ardilla envidiosa

En un lejano bosque, entre las ramas de un frondoso árbol se divertían dos ardillas haciendo acrobacia.

Cada una vivía en su madriguera, pero Anita deseaba la madriguera de Lolita porque tenía dos nidos: uno para cubrirse en el invierno y otro para refrescarse en el verano.

También envidiaba la habilidad que tenia Lolita para trabajar ya que siempre encontraba suficientes alimentos para almacenarlos para el invierno.

Su envidia llegó hasta tal punto, que se le olvidó que ella tenía las mismas habilidades para competir y destacarse como su amiga. 

Una mañana al levantarse descubrió que su estatura había disminuido de tal manera que se había quedado muy pequeñita. Preocupada, decidió visitar a una marmota y le comentó lo que le había pasado, ésta la escuchó atentamente y le respondió:

_ La envidia es un síntoma de pequeñez; pero el amor al prójimo y la humildad pueden hacer que vuelvas a crecer.

La ardilla Anita  no le dio importancia al consejo de la marmota y muy molesta se fue a su madriguera quedándose  pequeñita para siempre.
Autora: María Abreu

Es cierto que al necio lo mata la ira, y al codicioso lo consume la envidia. (Job 5:2)





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