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domingo, 12 de octubre de 2014

Cuida tus pensamientos

Un hombre guiado por el deseo de hacer realidad todos sus sueños decidió subir a lo alto de una colina para entrar a una casa que tenía el poder de hacer realidad los pensamientos de las personas.

Una vez dentro de la casa, el hombre se sentó en el sofá y comenzó a pensar:

_ ¡Me encantaría ser millonario!

En ese mismo instante se hizo realidad su pensamiento y la casa se llenó de toda clase de lujos, joyas y objetos de gran valor.

El hombre maravillado por los logros de su pensamiento siguió deseando:

_ ¡Me gustaría tener a una chica que me dé mucho cariño!

De repente apareció una chica que empezó a acariciarle el pelo.

El hombre  comenzó a disfrutar de las buenas cosas que había pensado. Pero en aquel momento le llegó otro pensamiento:

_ ¡No puedo creer lo bien que estoy! ¿Y si viene un monstruo y me ataca o me quita todo lo que he conseguido?

En ese mismo instante apareció un  monstruo y empezó a destruirlo todo. El hombre espantado por el miedo salió corriendo de la casa viendo cómo el monstruo le perseguía.

Con el corazón a mil por horas y con las manos en la cabeza no paraba de correr descendiendo de la colina velozmente.  Finalmente el monstruo le alcanzó y cuando se vio sin fuerzas y sin salida delante de éste gritó:

_ ¡Dios mío, ayúdame por favor!_ Enseguida Dios envió un ángel que acabó venciendo al monstruo.

Al final, el hombre comprendió que el pensamiento negativo afecta de manera perjudicial a la armonía y que nunca podemos dejar a Dios fuera de nuestros pensamientos.

Autora: María Abreu


Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto pensad. (Filipenses 4: 8)


miércoles, 20 de agosto de 2014

El zorro inmigrante

En un pequeño bosque donde había mucha escasez y poco progreso, vivía el zorro Juanito quien deseaba viajar al gran bosque de las oportunidades para conseguir un trabajo que le permitiera tener una vida más digna.

El zorro inmigrante
Aprovechando la noche subió en una pequeña embarcación y cruzó el río con destino al bosque de las oportunidades.

Al llegar al lugar, bajó de la pequeña embarcación y escondido detrás de un árbol observaba con mucho entusiasmo la abundante vegetación, los grandes edificios construidos sobre altos robles y las inmensas casas dúplex. Luego decidió continuar su camino y  encontró una pequeña casa abandonada donde se hospedó.

Pasaban los días y el zorro Juanito no paraba de buscar trabajo. No obstante, en su búsqueda, se sorprendía al escuchar el murmullo de los demás.

_ ¡Éste vino a nuestro bosque a quitarnos el trabajo! ¡Y para colmo, para que le den todo gratis!

Mas otros le miraban y susurraban:

_ ¡Quizás vino a buscar una oportunidad en la vida!  ¡O tal vez vino a hacer realidad algún sueño!

Ante estas murmuraciones el zorro Juanito se dio cuenta de que era objeto de rechazo y también de acogida.

Siguió caminando y como tenía hambre y necesitaba dinero para comer, agarró un equipo de música y bajo la sombra de un gran árbol comenzó a bailar con gran ritmo a la vez que gritaba a los allí presentes:

_ Un pasito para adelante, otro para atrás, manos a la rodilla, moviendo la colita, luego agachaditos. Todos los que le veían sonreían y le echaban monedas en el sombrero.

Pasaban los meses y el zorro Juanito al no encontrar un trabajo que le permitiera integrarse con el resto de animales pensaba entre lágrimas:

_ ¡Qué duro es ser inmigrante! ¡Lejos de mi tierra y de los amigos! ¡Me siento muy solo!

Por aquel entonces empezó una gran sequia en el bosque y la falta de lluvia y las altas temperaturas  podían provocar grandes incendios, lo que causaba  mucha inseguridad y tensión entre los animales.

Ante este acontecimiento el zorro Juanito les comentaba a los habitantes que tenía una gran idea para obtener agua; pero éstos no les creían, sólo le decían:

_ ¡Son cosas que se hacen en tu bosque, aquí todo es diferente! ¡No tienes nada que aportarnos!


El zorro Juanito muy indignado les respondió:

_ Los inmigrantes son una fuente de riqueza cultural y ayudan al desarrollo de la economía. 

Dicho esto, se puso unas gafitas y un sombrero negro y, agarrando un pico y una pala comenzó a excavar un pozo bien profundo. Cuando finalmente empezó a manar agua  gritó con júbilo:

_ ¡Agua!  ¡Agua!

En ese instante todos corrieron y se acercaron al zorro Juanito quien les ofreció agua sin ningún tipo de discriminación. De esta manera logró hacer amigos y le ofrecieron un trabajo lo que le permitió una total integración en el bosque.

Al final los habitantes empezaron a divertirse aprendiendo el baile pegadizo del zorro Juanito.

Autora: María Abreu

Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que more entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo. (Levítico 19:34)


miércoles, 23 de julio de 2014

LA TORMENTA EN EL MAR




Un pescador de profesión llamado Rodolfo pescaba en el mar y emocionado por la gran cantidad de peces que estaba pescando cantaba:

_ ¡Soy un leviatán! ¡Soy un tiburón! ¡Soy una ballena! Con estos peces mis hijos tendrán la barriguita llena.

Sin embargo pasadas unas horas el cielo empezó a nublarse y grandes gotas de agua comenzaron a caer precipitadamente sobre el mar acompañadas de grandes truenos y relámpagos.

El viento soplaba una y otra vez y las olas subían, bajaban, avanzaban y retrocedían varias veces golpeando y empujando la pequeña embarcación.

Rodolfo mirando el mal tiempo comprendió que estaba en medio de una gran tormenta y asustado gritó:

_ ¡Señor, mi Dios, ayúdame por favor!

Pero el rugido del mar, las intensas lluvias, las altas mareas y la intensidad de los vientos amenazaban con hundir la pequeña embarcación que no paraba de balancearse.

_ ¡Señor ayúdame por favor!_ volvió a  implorar muy angustiado.

No obstante, la barca seguía siendo azotada por las olas y Rodolfo al límite de su angustia vociferó:

_ ¡Eres un Dios despiadado! ¡No me escuchas! ¿Dónde estás cuando más te necesito?

Mas la tormenta continuó golpeando la barca toda la noche y el miedo, la angustia y los pensamientos de que quizás no volvería a ver a su familia se apoderaron de él.

Pero al día siguiente se despejó la niebla y la oscuridad, ya había pasado la tormenta. La barca medio rota había quedado a la deriva cerca de una pequeña isla.

Rodolfo aprovechó y agarró algunas pertenencias y nadó hacia ella. Allí, logró encender una fogata. Sin embargo, cuando intentó asar un pez, empezó a caer una ligera llovizna y comenzó a salir humo de la fogata hasta que se apagó completamente.

_ ¿Dios, qué es lo que quieres? ¿Qué quieres? ¿Matarme de hambre aislado del mundo?

Dicho esto, cayó al suelo, con hambre, deshidratado y sin fuerzas. Ahí permaneció hasta que inesperadamente llegó un barco y lo rescató.

Cuando Rodolfo abrió los ojos vio que quien le tenía en sus brazos dándole agua era José, un antiguo amigo con quien se había enemistado por cosas de la vida.

José al ver que Rodolfo se había despertado le dio un pedazo de pan y muy contento le susurró:

_ ¡Hola Rodolfo!  ¡Gracias a la señal de humo que enviaste pudimos rescatarte!

Rodolfo le miró en silencio y  comprendió el por qué había pasado esa gran tormenta. Desde ese momento ambos pescadores rescataron su antigua y linda amistad.

 Autora: María Abreu

En todo tiempo ama al amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia. (Proverbios 17:17)



martes, 8 de julio de 2014

El duende travieso


Dentro del interior de un gran árbol vivía un duende burlón y descarado. Muchas veces utilizaba su poder para divertirse haciendo diferentes travesuras.

Un día,  aburrido,  decidió asustar a los animales del bosque para divertirse un poco. La primera víctima que vio fue un sapo. El duende convertido en una serpiente comenzó a silbar:

......
....
_ ¡Sssssss!

En ese momento el sapo que estaba croando cerca de un charco de agua al descubrir la serpiente dio un gran salto y permaneció escondido dentro del charco muy asustado.

El duende rió por unos momentos y, para su sorpresa, cerca de allí, vio a dos ratones que estaban musitando al lado de su casita. El duende convertido en un gato les  maulló:

_ ¡Miau!

Los ratones rápidamente corrieron intentando entrar por el agujero al mismo tiempo. El que más empujó fue el que primero entró.

El duende agarrándose la barriga se tiró al suelo sin parar de reír. Esto empezaba a ser divertido y por eso decidió continuar con sus travesuras.

Caminó mas adelante y vio a una cabra comiendo hierbas. El duende convertido en un lobo aulló:

_ ¡Auuuu!

La cabra al salir corriendo chocó con el tronco de un árbol y baló; pero siguió corriendo por miedo a que el lobo se la comiera.  El duende no paró de reír.

Un hada muy enojada por las pesadas travesuras del duende y conociendo que éste le tenía mucho miedo a los gigantes decidió enviarle uno.

El gigante fue a buscar al duende y al encontrarlo de camino intentó hablarle; pero el duende comenzó a correr muy asustado.

Mientras el duende corría a toda prisa, el gigante apenas tuvo que dar algunos pasos para agarrarlo con dos dedos y afirmó:

_ ¡Tienes miedo!

El duende temblaba de miedo y no le salían las palabras.

_ ¡No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti!_ dijo el gigante y dejándole en el suelo se marchó.

Desde ese momento volvió la tranquilidad al bosque porque el duende dejó de hacer sus pesadas bromas.

Autora: María Abreu
Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Mateo 22:39)


sábado, 28 de junio de 2014

El salto a la fama

En un pequeño estanque vivía una ranita de color verde la cual soñaba con ser artista y modelo. Cada día saltaba hacia las hojas que flotaban en el agua para  inflamar su garganta, llenarla de aire  para expulsarlo luego y entonar bien su canción.


Después de un rato cambiaba de escenario y saltaba hacia otra gran hoja. Ahí con sus ojos saltones cambiaba la forma de su mirada, ponía sus manos en su suave cintura y ensayaba con sus piernas largas pasos de modelo.

Su gran amigo el sapito Abelito la observada y la animaba desde el borde del estanque.

Hasta que por fin llegó su gran oportunidad y se  presentó a un casting de cantantes para una productora discográfica y finalmente ganó el concurso con una mayoría aplastante de votos.

Pasaron los meses y la ranita grabó su primer disco y comenzó a viajar por el mundo entero cantando su canción. Vendió millones de discos, ganó un prestigioso premio al mejor álbum musical y la gente la aclamaba.

Fue nombrada por una reconocida revista la ranita más bella del planeta, otra importante revista la nombró la ranita más sexy del mundo. Fue modelo de muchas marcas reconocidas e incluso comió con muchas de las estrellas de las que antes era una de sus fans. Tuvo algunos novios famosos y se sentía feliz porque estaba viviendo su gran sueño.

Había ganado fama, dinero y posición; por eso se construyó una mansión en las alturas de uno de los robles más caros en la mejor urbanización del bosque. 

La mansión tenía una enorme piscina en la que disfrutaba de aguas perfumadas con pétalos de rosas rojas, también poseía un gran gimnasio para mantener su esbelta figura.

No comía insectos ya que su dieta sólo le permitía comer ensaladas de hojas verdes y algunos frutos secos para seguir siendo icono de la moda.

Era noticia mundial y, aunque siempre estaba rodeada de sus fans se sentía muy sola y lloraba cuando nadie la veía.

Había abandonado a sus amigos de la infancia y los momentos importantes no los podía compartir con sus padres porque la fama la llamaba.

Pasados muchos meses comenzó a leer las cartas que le enviaba su amigo el sapito Abelito. Las hojitas estaban secas por el tiempo que llevaban en el buzón.

Se sentía tan vacía y sola que decidió dejarlo todo y volver al estanque para disfrutar con la gente que realmente la amaba, porque la fama un día se acaba y volvemos al mísero olvido.

Pero al llegar al estanque no encontró la manera de integrarse con los suyos y por temor al rechazo se escondió detrás del tronco de un árbol por unos minutos y desde ahí observaba a sus antiguas amigas jugando y saltando de hoja en hoja muy felices en el pequeño estanque.

Se entristeció en gran manera al ver sentado en el borde del estanque al sapito Abelito, el cual estaba escribiéndole una de sus innumerables cartas en una hojita verde. Pasados unos minutos vio una esperanza volando hacia el sapito y éste le entregó la carta para que la llevara al buzón de la casa construida en lo alto de un roble.

La ranita entre lágrimas, sabiendo que la vida está hecha de decisiones dio unos pasos hacia adelante y le llamó. El sapito Abelito no se podía creer lo que estaba viendo y corrió a abrazarla. Las demás ranitas también salieron del estanque para darle una alegre bienvenida.

Al final la ranita comprendió que en lugar de centrarse tanto en buscar el espejismo sobrevalorado de la fama, es mejor disfrutar al máximo de aquellas pequeñas cosas que nos hacen ser realmente felices.

Autora: María Abreu
No te creas más que los otros; recuerda que Dios no tarda en castigar (Proverbios 7:16)



domingo, 15 de junio de 2014

¡Sé quién soy! - Cuento sobre la identidad

En una extensa selva vivía una hiena que criaba a un cachorro de león diciéndole que era un gato y éste se comportaba como un gato, maullaba como un gato y perseguía ratones como un gato.


De esta manera el cachorro de león iba creciendo con un sentimiento distorsionado de su identidad.

Pasados los años el cachorro de león fue creciendo hasta que se hizo un león adulto delgado y débil. Un día aprovechó que la hiena estaba cazando lejos de su guarida para dar un paseo por la selva por primera vez.


En su caminar, se cruzó con una manada de búfalos de robustos cuernos que corrían salvajemente hacia un lugar de la selva donde habían crecido ricas hierbas y ramas verdes.
...... .....
El león al verlos maulló muy asustado y se apartó del camino  escondiéndose detrás de un gran tronco.

Un búfalo que se había percatado de la presencia del león le pareció rara la conducta, pero siguió corriendo para que no lo cazara y se lo comiera.

Luego el león continuó su camino y se encontró con dos tigres que le rugieron de una manera muy desafiante.

El león muy asustado maulló unas cuantas veces. Los tigres no podían dejar de reír ante los ridículos maullidos. El león, atemorizado salió corriendo de allí.

Pasadas unas pocas horas todos los animales se enteraron de los maullidos del león y comenzó a ser objeto de burla de todos ellos. En ese momento el león se sintió muy triste y solo por lo que decidió marcharse muy lejos.

Bajo la sombra de un árbol se quedó pensativo. Una mansa paloma posada sobre una rama que le había estado observando le dijo:

_ ¡Veo que no sabes quién eres y por eso no sabes cómo encajar en la selva! ¡Es muy importante que sepas quién eres!

_ ¿Por qué es importante saber quién soy?_ preguntó el león entre dudas.

_ ¡Es importante saber quién eres, porque conociéndote podrás saber cuál es tu función en este mundo! _ explicó la mansa paloma.

_ ¿Y quién soy?_ preguntó angustiado el león.

_ ¡Eres un vencedor! ¡Eres un león! ¡Eres el rey de la selva!_ concluyó la paloma.

.........
..........
Entonces el león empezó a comprender que la hiena lo había criado haciéndole creer que era un inofensivo gatito y se marchó a buscarla. 

Para su sorpresa, cuando llegó a la guarida, se dio cuenta de que ésta le había preparado una emboscada declarándose como su peor enemiga.

Ante los ataques previsibles de la hiena, el león se subió a una gran roca con mucha valentía y desde ahí emitió varios rugidos graves y prolongados marcando así su territorio. Enfurecido y con un repentino coraje le dijo a la hiena:

_  ¡Sé quién soy! ¡Y sé cuál es mi función en éste mundo! ¡Soy un vencedor, un león, el rey de la selva! 

Este fue el último día que el león se cruzó con la malvada hiena.

Autora: María Abreu


Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. (Romanos 8:37)



miércoles, 11 de junio de 2014

El árbol envidioso

Había una vez un hermoso árbol plantado en un gran bosque, con tronco recto y fuerte de color marrón. Sus ramas eran finas, sus hojas de color verde oscuro y sus flores muy llamativas que muchas veces se convertían en ricas frutas.

En su copa había un nido con dos pichoncitos y cada mañana se podía escuchar a la madre de éstos dando la bienvenida al día que comenzaba a través de su dulce canto.
........
.........

Este maravilloso árbol daba sombra y frescor, sus ramas brindaban asientos y cuando éstas jugaban con el viento dejaban caer sus ricas frutas al suelo las cuales servían de suculento alimento.

Sin embargo, a su lado, vivía otro árbol seco, feo y pequeñito que le miraba con mucha envidia.

_ ¿Qué haces para estar tan bello y frondoso? Porque yo lo he intentado y no he podido lograrlo_ preguntó el árbol seco.
..... .....

_ No puedes ser bello y frondoso porque estás podrido de envidia y malos sentimientos en tu interior_ explicó el frondoso árbol.

_ ¿Y qué debo hacer?_ preguntó tristemente el árbol seco con lágrimas en sus dos únicas hojitas.

_ Debes curarte por dentro para que pueda brotar la belleza que duerme en tu interior_ expuso el frondoso árbol.

Entonces el árbol seco reflexionó y decidió sacar todos los malos sentimientos que le habían hecho permanecer podrido y seco durante tanto tiempo. Y desde ese momento la hermosura que había dentro del él comenzó a agitarse haciendo que salieran ramas y hojas verdes, bellas flores y ricas frutas alcanzando así una gran altura.

Ante este interesante acontecimiento ambos árboles lo celebraron  muy felices con un concierto de ruiseñores en sus ramas y se hicieron muy buenos amigos.

Autora: María Abreu

El corazón apacible es vida a la carne; mas la envidia, pudrimiento de los huesos. (Proverbios 13:14)




viernes, 30 de mayo de 2014

La princesa que no quería envejecer


En un gran castillo vivía una joven princesa la cual todos los días miraba en el espejo sus ojos verdes, su largo pelo negro y su cuerpo escultural. Era consciente de su belleza y le preocupaba mucho envejecer; por eso vivía obsesionada con ponerse cremas antiarrugas dos veces al día.

Hasta que un día se cansó de las cremas y los tratamientos de belleza; por esa razón  llamó a uno de sus consejeros para que le diera alguna idea para no envejecer y éste le dijo:

_ Hay un árbol que a las 12:00 en punto de la noche, en su copa nace una hermosa flor blanca, la cual cae al suelo y aquél que logre agarrarla podrá pedir cualquier deseo y le será cumplido.

_ ¿Y cómo se llama ese árbol? _ preguntó la princesa esperanzada.

_ Es el bambú_ respondió el joven consejero.

_ El bambú no tiene flores_ expuso entre dudas la princesa.

_ Sí que la tiene, pero es un gran misterio_ susurró el joven consejero.

_ Entonces llévame a ese lugar para pedir mi más anhelado deseo_ indicó la princesa.

Y así lo hicieron, cada  noche montado a caballo el joven consejero la llevaba al bosque, allí permanecía la princesa con su mirada fija en el bambú para ver el nacimiento de la blanca flor. Sin embargo el joven consejero se quedaba  mirándola fijamente.

Pero conforme iban pasando los meses la princesa se desesperaba y lloraba con la cabeza recostada en el tronco del bambú; porque a las 12:00 de la noche la blanca flor nunca aparecía. Y el joven consejero al ver su sufrimiento se acercó y con voz dulce le dijo:

_ Princesa, es hora de irnos al castillo.

_ No me quiero ir. ¿No ves que van pasando los años? Me saldrán arrugas, me dolerá la cadera y no podré usar tacones; todo por la vejez_ decía la princesa entre lágrimas.

_ No te preocupes por la vejez y, si llega, acéptala de una manera natural dando gracias por todo lo vivido. Realmente basta con sacarle el máximo provecho al día de hoy y ser feliz_ explicaba el joven consejero.

_ ¡No, tú no me entiendes!_ gritó la princesa angustiada.

En ese mismo instante, unos pajaritos se posaron sobre las ramas del bambú e hicieron caca que cayó sobre el hombro de la princesa. Ésta entre gritos, llamó al joven consejero el cual llegó corriendo; pero acto seguido los pajaritos repitieron la misma acción sobre la princesa.

Sin embargo, esta vez, la princesa comenzó a sonreír y al mirar hacia arriba vio que los pajaritos comenzaban a agitar sus alas para irse al sentirse descubiertos.

Entonces la princesa al ver que se escapaban comenzó a correr detrás de ellos entre risas.

Mientras iba corriendo reflexionaba sobre las cosas importantes de la vida y empezó a sentirse libre. En ese instante, cambió de rumbo corriendo con los brazos abiertos hacia el joven consejero.

Éste sentado en el suelo la observaba atónito y, su reacción fue levantarse y esperarla con los brazos abiertos. Se fundieron en un abrazo y segundos después la princesa mirándole a los ojos le dijo:

_ ¡Gracias por este gran momento! El ser humano primero es y, luego decide ser. Mas yo decido ser feliz en mi juventud sin preocuparme tanto por la vejez. Y… definitivamente quiero ser feliz a tu lado.

El joven consejero se quedó sin palabras por unos segundos ante la declaración de la princesa.

_ Yo también quiero ser feliz a tu lado, pues siempre te he amado_ expresó el joven consejero y en ese momento se besaron.

 Los jóvenes se casaron y fueron muy felices incluso en la vejez.

Autora: María Abreu

La gloria de los jóvenes radica en su fuerza; la honra de los ancianos, en sus canas. (Proverbios 20:29)



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lunes, 19 de mayo de 2014

La mariposa que besaba las rosas

Un gran jardín con una pequeña piscina en medio y al lado de la piscina árboles verdes, flores de diferentes colores y unas  plantitas de fresas para el placer de los sentidos.

En este jardín vivía una mariposa que gozaba de los olores de las flores y se posaba al borde de estas para beber del néctar. También algunas tardes se tumbaba sobre sus pétalos para disfrutar de los rayitos del sol.
Pero en el jardín no todo era color de rosas, a veces era atacada por algunos insectos incluyendo al escarabajo. También había días en los que se sentía sola, otros en los que disfrutaba de la compañía de los amigos, momentos en los que sonreía y otros en los que lloraba.

La vida era un desafío constante; pero la mariposa tenía claro que es mejor centrarse en la perseverancia y no en los lamentos. Así que cada día lo disfrutaba al máximo como si fuera el último y por eso besaba las rosas.

Pasaron los años y la mariposa envejeció y también enfermó. La enfermedad era un golpe para su autonomía, porque cada día se iba debilitando e iba perdiendo la libertad de hacer las cosas cotidianas de la vida.

Una tarde acostaba sobre una hoja caída de un árbol, reconocía la fragilidad de la vida y su finitud; por eso oraba y daba gracias a Dios por todo lo vivido hasta que  pasó a vivir a la eterna primavera.

Autora: María Abreu

El hombre dura como la flor del campo, el viento, la rosa y ya no existe (Salmo 103: 15_16)





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