Hoy
me he ido de compra con mi madre a la tienda de juguetes. Le he
pedido que me compre un juguete que me gusta mucho pero ella me ha
dicho que el dinero no le alcanza para comprarlo.
Yo
me enojé mucho, la cara se me puso roja, empecé a patalear y con la
frente arrugada me puse a gritar:
-
¡Comprámelo mamá , lo quiero ahora!
Mi
mamá se me acercó intentando explicarme algo, pero yo crucé los
brazos y me fui a un rincón de la tienda con la cara muy fea y
arrugada.
Pero
aún así mi mamá se me acercó sin perder
la calma y con mucha ternura me explicó:
_
Sé que te sientes frustrado porque no te puedo comprar el juguete
deseado, pero no por eso debes enfadarte y gritar para expresar lo
que sientes.
Luego
de haberme dicho esto mi mamá me dio un abrazo y negociamos una
solución para comprar el juguete.
Me
habló del valor del ahorro y me compró una hucha con forma de
cerdito para que aprendiera a ahorrar.
Lo
cierto es que al final pude ahorrarme el dinero y comprarme el
juguete que tanto me gustaba. Gracias a que mi mamá me enseñó
a dominar mis emociones y a tener paciencia.
Autora:
María Abreu
Mejor
es el que tarda en airarse que el fuerte; Y el que se enseñorea de
su espíritu, que el que toma una ciudad. (Proverbios 16: 32)
José y Manuel son dos
hermanitos que se llevan dos años de diferencia. A José el hermano mayor le
encanta jugar con los coches de Manuel y nunca le pide permiso para usarlos.
Esto hace que Manuel se
quede sentado en un rincón del salón muy triste porque aparte de que José usa
sus juguetes sin su permiso tampoco lo invita a jugar con él.
Cuando Manuel se queda triste casi no habla y se pone a llorar
en silencio.La
madre que nota la tristeza de Manuel lo abraza y, llamando a José, se sienta
con ambos y les explica con cariño:
_ José debes aprender a pedir permiso antes de usar los
juguetes de tu hermano y también darle
las gracias. Algo igualmente importante es aprender a compartir.
Con este consejo José se
acercó a su hermanito y le dio un abrazo súper fuerte para que dejara de
llorar.
Acto seguido le pidió
permiso para que le dejara usar sus juguetes. Manuel con su carita dulce asintió
con la cabeza.
José dando las gracias agarró a su hermanito
por la mano y lo invitó a que jugaran juntos.
Desde ese día José
entendió cuán importante es aprender a pedir permiso para usar las cosas de los
demás, ser agradecido y la importancia de compartir.
PD: A nadie le gusta que
le cojan sus cosas sin permiso, por eso Manuel se puso triste.
Autora: María
Abreu
No niegues un favor a quien te lo pida,si en tu mano está el otorgarlo. (Proverbios 3: 27
Manuel es un niño de 6
años amistoso y juguetón pero no sabe tener paciencia. Cada vez que su madre lo
lleva a la tienda a comprar calcetines Manuel llora y hace rabietas porque
quiere que le compre un osito de peluche.
_ Manuel, ahora no
podemos comprar ese osito de peluche porque no tenemos dinero suficiente.
Debemos esperar a final de mes _declara
la madre.
_ ¡No, esperar no, yo
lo quiero ahora!_ replica Manuel entre gritos.
.....
.....
_ ¡Niño no seas petardo!
_ Le recrimina la madre y agarrándolo de la mano lo saca de la tienda y
aprovechando el día soleado se lo lleva a comer helados.
En la heladería Manuel
intenta saltarse la fila porque no tiene paciencia para esperar su turno, la
madre lo agarra por los brazos y le explica:
_ Manuel tienes que
aprender a esperar porque…
Pero como Manuel no
tiene paciencia para escuchar la explicación de su madre y la interrumpe entre
berrinches:
_ ¡No, esperar no, yo
quiero un helado ahora!
La madre entristecida no
le compra el helado y agarrándolo por la mano se lo lleva a casa.
Cuando llegan a casa
Manuel reclama un bocadillo, la madre le pide unos minutos para cambiarse de
zapatos sin embargo Manuel empieza a zapatear y a chillar:
......
.....
_ ¡No, un minuto no, quiero el bocadillo ahora!
Y así era el día a día
de Manuel y su madre.
Hasta que llegó un
momento en que la madre cansada de los gritos, las rabietas, zapateos y
berrinches de su hijo decide darle todo lo que le pide al momento.
De esta manera, teniendo a su madre siempre a sus órdenes Manuel se convierte
en… El pequeño
tirano de la casa.
Pasados unos meses la
abuela de Manuelllegó a casa para pasarse el verano con
ellos.
La abuela le llevó
regalos, pero no pasó ni media hora para que la abuela se diera cuenta de que
Manuel es un niño impaciente.
Por ese motivo observaba
la conducta de Manuel descubriendo que éste se comportaba como que todo giraba alrededor de sus
deseos.
Aun así la abuela guardó
silencio esperando el momento ideal para corregir a supequeño nieto.
Una mañana se fueron
los tres a la tienda a comprar algunas prendas de vestir. Manuel corrió hacia
donde estaba el osito de peluche que una vez había pedido a su madre y le
ordenó que se lo comprara.
_ Manuel, te he dicho que
no tenemos dinero suficiente. Debes esperar a final de mes_ reveló la madre.
_ ¡No, esperar no, yo
lo quiero ahora!_ ordenó Manuel entre gritos.
_ ¡Niño eres un petardo!_
exclamó la madre muy incómoda.
La abuela que estaba al
lado observando las pataletas y los berrinches de Manuel se le acercó con mucha
ternura para explicarle:
_ Manuel, debes
aprender a tener paciencia.
_ ¡No, no tengo
paciencia! ¿Qué es la paciencia? _
preguntó Manuel sin dejar de gritar.
......
....
_ ¡La paciencia es estar lleno de amor!El que ama difícilmente se enoja, es paciente con las
personas, no grita y sobre todo sabe esperar… _ Revela la abuela.
_ ¿Entonces debo esperar
a que mi mamá tenga dinero suficiente para que me compre ese osito de peluche?
_ aclaró Manuel con voz baja.
_ ¡Exactamente!_ afirmó
la abuela.
Limpiándose las
lágrimas por la rabieta que había hecho anteriormente Manuel se acerca a su madre diciéndole:
_ ¡Mami te quiero!
La madre llena de cariño
lo abrazó y le regaló una cajita de ahorros para que Manuel con mucha
paciencia fuera ahorrando el dinero y se comprara el osito de peluche.
También la abuela le
compró una pequeña
plantitay se la puso en la
ventana de la habitación para que Manuel
con amor y paciencia la fuera cuidando.
Cada día la plantita
iba creciendo bajo el cuidado de Manuel hasta que le llegó el tiempo de echar
flores.
_ Mamá, mamá, ya la
plantita tiene flores y también ya he ahorrado el dinero suficiente para
comprarme el osito de peluche.
De esta manera Manuel aprendió
a tener paciencia y cada noche dormía abrazado a su osito de peluche.
Ante el cambio de
Manuel, la madre se dio cuenta que ella también necesitaba tener paciencia con
su hijo siendo más amorosa con él.
Autora: María
Abreu
Mas tenga la paciencia
su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa
alguna. (Santiago 1:4)
En una extensa selva de
despejadas llanuras vivía un león que era víctima de las burlas de un tigre.
Una vez este tigre le robó
la comida y luego se burló diciendo que él no había sido.
Esto hizo enojar mucho
al león porque consideró ese hecho como una traición y desdeese día empezó a sentir ira y rencor contra el tigre.
Era tanto el
resentimiento que el león sentía que cuando comía un rico filete, se acordaba
del tigre, cuando daba un paseo por la selva, se acordaba del tigre, cuando se
acostaba no podía dormir porque se acordaba del tigre.
En su mente no podía
escapar de las garras lastimeras del tigre, aunque éste estaba a cientos de
kilómetros de él. El tigre al que odiaba le perseguía donde quiera que fuera.
Era tanto el
resentimiento que sentía el león que pensó:
_ ¡Soy un amargado!
Con tanta amargura el
león sufría de estrés y fatiga. Ya no disfrutaba de las cosas que antes le
producían placer.
Un día, harto de no
poder controlar sus emociones decidió ir donde un jaguar a buscar consejo.
Cuando contó lo que sentía al jaguar, éste le dijo:
_ El resentimiento está
controlando tus pensamientos y por eso está tan amargado.
_ ¿Y qué debo hacer? _
preguntó el león.
_ Perdonar al tigre. El perdón es el único que te liberará de la
amargura _ respondió el jaguar.
El león pensativo y muy
decidido salió en busca del tigre y lo encontró descansando patas arriba bajo
la sombra de un árbol.
Cuando el león se
acercó al tigre, éste se asustó mucho porque pensó que el león lo iba a atacar;
pero quedó sorprendido al escuchar al león decirle que lo perdonaba por el robo
de la comida.
Desde ese momento el
león quedó libre de su amargura y pudo volver a disfrutar libremente de la
belleza de la selva.
Autora: María
Abreu
Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y
maledicencia, y toda malicia.Antes
sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como
Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. (Efesios 4:31-32)
Adam era un niño que se
enfadaba por todo. Se enfadaba cuando no quería irse a dormir, se enfadaba cuando
le controlaban las horas de jugar a los videojuegos, se enfadaba cuando no le
daban las cosas que él quería…
..........
......
Cuando Adam se enfadaba
chillaba, daba portazos, pegaba puñetazos a la pared, rompía y tiraba cosas al
suelo.
En el colegio se metía
en peleaspor sus frecuentes enfados.
La madre siempre le
explicaba que cuando ella se enfadaba no insultaba, no gritaba ni agredía a
nadie, pero a Adam le daba igual los consejos de su madre.
Como Adam no sabía
controlar sus frecuentes enfados la madre le propuso un juego:
_ ¿Hijo podemos jugar al semáforo?
_ ¿Qué juego es ese mamá?_
preguntó Adam viendo la tele en su habitación muy enfadado.
_ Es un juego que te
ayudará a controlar tus emociones _ explicó la madre.
_ ¡Mmmm! ¡No sé…, creo
que será aburrido!_ dedujo Adam.
Pero la madre con
palabras dulces logró convencerle. Se sentaron en el suelo con unas cartulinas
e hicieron varios semáforos. Luego los pegaron en la habitación, en el salón,
en la cocina y en el baño.
Desde ese momento cuando la madre le decía que
ya era hora de parar de jugar a los videojuegos Adam se enfadaba, pero
seguidamente leía el semáforo de su habitación que decía:
_ ROJO. Para, no explotes de enfado.
Luego cuando iba al
baño y se había terminado el papel de baño, Adam se enfadaba, pero leía el
semáforo que decía:
_ AMARILLO. Piensa qué puedes hacer para solucionar lo
que pasa.
También cuando entraba
en la cocina y encontraba a su madre preparándole una comida que no era su
favorita, Adam se enfadaba, pero leía el semáforo que decía:
_ VERDE. Actúa sin gritar ni chillar.
Con el juego del semáforo cada día Adam iba
aprendiendo a controlar sus emociones y recuperando los amigos que había
perdido por sus frecuentes enfados.
Autora: María
Abreu
El que tarda en airarse es grande de entendimiento.
Mas el que es impaciente de espíritu enaltece la necedad. (Proverbios 14:29)
_ ¡No quiero ser tu amiguita!_ le
dijo la ranita Alicia al sapito Cirilo cuando éste le preguntó si podía jugar con
ella en el jardín.
Al escuchar esto, los
ojitos saltones del sapito Cirilo se les empequeñecieron de tristeza al sentirse
rechazado.
Minutos después la
ranita Alicia comenzó a regar las flores del jardín con un cubito de agua. El
sapito Cirilo que estaba debajo de una flor, dio un salto y preguntó:
_ ¿Puedo ayudarte?
_ ¡No gracias! ¡No creo que seas capaz de hacer esto!
Con todos estos rechazos,
el sapito Cirilo caminó hacia una flor con un sentimiento doloroso en su
corazón y pensando:
_ ¡A mí nadie me quiere!
Desde ese momento el
sapito Cirilo comenzó a perder valor propio. El sentimiento de rechazo comenzó a convertirse en un cáncer que lo iba
destruyendo por dentro.
Cada día, cuando los
animales jugaban en el jardín, el sapito Cirilo se quedaba debajo de la flor
por temor a que también le rechazaran.
Una mariposa que
conocía la situación del sapito Cirilo comenzó a revolotear frente a su cara y
le explicó:
_ Sapito Cirilo, si la ranita
Alicia te rechaza es porque ella tiene problema interno, no tú.
_ Es que no sé cómo
vencer este sentimiento de rechazo _ se
lamentó el sapito Cirilo.
_ La mejor manera de vencer el rechazo es reconocer el valor que tienes y
lo competente que eres. Tú puedes hacer cosas, y puedes hacer nuevos
amigos.
Con este consejo, el
sapito Cirilo sacó pecho, se puso de pie y saltó pensando:
_ ¡Tengo valor, soy competente!
Y entre saltos y saltos
se acercó a los demás animalitos, se puso a jugar con ellos e hizo nuevos
amiguitos.
La ranita Alicia, cuando
vio lo aceptado y querido que era el sapito Cirilo, se acercó y le pidió
perdón. También le pidió que le dejara ser su amiguita a lo que el sapito
Cirilo aceptó.
Desde entonces el
sapito Cirilo y la ranita Alicia fueron muy buenos amigos y jugaban felices en
el jardín.
Autora: María
Abreu
¿O tienes en poco las
riquezas de su bondad, tolerancia y paciencia, ignorando que la bondad de
Dios te guía al arrepentimiento? (Romanos 2:4)
A la deriva en un
barquito de plástico estaba un hámster. Ahí acostado una nube negra de
pensamientos de culpa invadían su mente.
Este sentimiento de
culpa le hizo tomar la decisión de irse al mar. Allí flotaba sin rumbo, sin
deseos de vivir.
Sentíaculpa y vergüenza por una mala acciónque había hecho. Su conciencia le había declarado… Culpable.
El sol quemaba los
pelitos de su piel y estaba deshidratado; pero no le importaba.
Un delfín muy amistoso que
jugaba con las olas descubrió al hámster en el barquito y se acercó a
preguntar. Entonces el hámster le contó la mala acción que había hecho y lo mal
que se sentía.
El delfín se quedó
pensando y luego comenzó a explicar:
_ Para librarte del
sentimiento de culpa debes pedir perdón a Dios y luego a quien le hayas hecho
el daño.
_ ¡Dudo que me
perdonen! _ lamentó el hámster.
_ ¡No puedes vivir con
culpa! Vete donde el afectado, pídele perdón de una manera breve sin involucrar a nadie
más.
_ ¿Y por qué no puedo involucrar
a nadie más? _ preguntó el hámster entre lágrimas.
_ Porque si involucras a alguien más estarás
defendiéndote y no confesando tu culpabilidad.
_ ¡Oh, muchas gracias
amigo!
Siguiendo el consejo
del delfín, el hámster le pidió que le ayudara a llegar a la orilla. El delfín
empujó el barquito y cuando llegaron a la orilla le recordó:
_ ¡El único que te libera del sentimiento de culpa es el perdón!
El hámster se lo
agradeció una vez más y luego corrió hacia una madriguera. Allí se encontró con
quien le había hecho daño, le pidió perdón y fue liberado de la culpa.
A partir de ahí, el
hámster iba al mar a navegar en su pequeño barco; pero esta vez de una manera
distinta. Disfrutaba del mar con su amigo el delfín.
Autora: María
Abreu
Los sacrificios de Dios
son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás
tú, oh Dios. (Salmos 51: 17)
El pequeño duende salió
corriendo de entre las flores del bosque y entró a su casita muy nervioso.
Caminó hacia la cocina
y encontró a la madre preparando la comida. Quiso guardar silencio pero no pudo,
sentía incertidumbre; por eso exclamó:
_ ¡Mamá tengo temor!
La madre le miró muy
comprensiva. Dejó de cocinar, agarró al pequeño duende de la mano y se lo llevó
al salón. Allí lo sentó en el sofá y comenzó escucharlo:
_ Mamá tengo temor a la oscuridad, temor a las
serpientes, temor a que te mueras, temor a quedarme solo, temor a…
_ ¡Para hijo!_
interrumpió la madre y luego añadió:
_ Todos tenemos temor a
algo en la vida.
_ Sí mamá; pero es que este temor está controlando mis emociones.
¡No tengo
paz ni alegría!
Ante esta confesión la
madre guardó silencio y mirando la angustiada carita de su pequeño duende le
dijo:
_ Cuanto tengas temor
acuérdate del apóstol Pedro.
El duende reposó su
carita sobre su mano derecha y luego preguntó:
_ ¿Por qué mamá?
_ Cuando vino la tormenta
en el mar, Pedro le dijo a Jesús: Señor si eres tú permite que yo baje de la
barca y Jesús le dijo ven. Y Pedro
comenzó a caminar sobre las aguas sin apartar la mirada de Jesús.
_ ¿Y qué pasó luego
mamá? _ indagó el pequeño duende con mucho interés.
_ Que luego Pedro apartó
la mirada de Jesús y mirando hacia arriba vio unas enormes nubes
negras que cubrían el cielo, luego miró hacia abajo y vio cuán profundas y
peligrosas eran las aguas. ¡Sintió miedo y comenzó a hundirse!
_ ¿Y qué me quieres
decir con esto mamá? _ preguntó el pequeño duende muy atento.
_ Quiero decir que el mejor paso
para librarte del temor es no apartar tu
mirada de Jesús.
Con este consejo de
mamá, el pequeño duende fue creciendo confiando en que Jesús siempre nos ayuda
en medio del temor. ¡Jesús es nuestro héroe!
PD: El temor viene
cuando dudamos de que Dios puede controlar nuestra situación.
Autora: María
Abreu
No temas, porque yo
estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te
ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia. (Isaías 41:10)
En un pequeño bosque
vivía la ardilla Isabella. Ésta cuando se enojaba zapateaba con los pies,
gritaba e insultaba a su familia y amigos.
Cada vez que quería conseguir algo lo lograba a base de gritos,
insultos y rabietas.Era
su manera de tener el control de las cosas. Y después de esto actuaba como si
nada hubiera pasado.
Una tarde, la ardilla
Isabella salió con sus amigos a reunir alimentos para el invierno. Iba echando
en una cestita que tenía en su cabeza: nueces, hojas y raíces.
La ardilla Amara que
también estaba recogiendo nueces, hojas y raíces del suelo se despistó y chocó
con la ardilla Isabella frontalmente.
Ante este hecho, a la
ardilla Isabella se le cayeron los alimentos y quedaron esparcidos por todo el
suelo. Por lo que le dio un arranque de ira y empezó a gritar y a insultar a la
ardilla Amara acusándola de torpe e inútil.
Era tanta la ira de la
ardilla Isabella que su cuerpo se tensó y las venas del corazón se le taponaron provocándole un
infarto.
Las demás ardillas,
pese al mal trato que le había dado la ardilla Isabella se preocuparon mucho y
rápidamente llamaron una ambulancia y se la llevaron al hospital.
Una vez allí, el médico
Duende Azul, la estabilizó y horas después comenzó a explicarle:
_ ¡El enojo es un suicidio, casi te mueres de un infarto! ¡Debes
aprender a controlarlo!
_ ¡Es que no sé cómo
controlar mi enojo, doctor!_ expresó la ardilla Isabella acostada en la cama junto
a un monitor cardiaco.
_ Debesidentificar la
causa, aceptar
que estás enojada y luego trabajar en este sentimiento tan negativo que
es el enojo _ explicó el doctor.
_ ¡Muchas gracias doctor,
me llevaré de su consejo! _ reflexionó la ardilla Isabella.
Dos días después, a la
ardilla Isabella le dieron el alta hospitalaria y volvió al bosque con sus
amigas a recoger alimentos. Con una actitud tranquila y relajada les pidió
perdón a todas por los gritos e insultos que les había dicho.
Con este infarto la
ardilla Isabella comprendió que no vale la pena enojarse por cualquier cosa ni
gritarle a los demás.
Autora: María
Abreu
No te apresures en tu
corazón a enojarte, porque el enojo reposa en el seno de los necios.(Eclesiastés 7:9)
El tigre Leonardo
estaba cansado de vivir en conflicto con el león. Éste siempre lo atacaba y le
hería verbalmente. Tenían choque de personalidad.
También había tenido
algunos pequeños conflictos con otros animales de la selva. Era difícil la
situación para el tigre Leonardo. Se sentía triste, inseguro y a veces
culpable.
Mantener la paz era
difícil para él, por lo que se apartó de la selva y se fue hacia unas espesuras
de arbustos para no tener contacto con
nadie.
Allí se sentó en el
suelo con una enciclopedia de pensamientos tristes en su mente.
Justo enfrente de él una
abeja estaba trabajando en un panal de miel. Al ver la desmoralización de tigre se acercó a
preguntar:
_ ¿Qué te pasa?
El tigre le contó sus
penas mientras la abeja revoloteaba enfrente suyo. Ésta después de escucharlo
le dijo:
_ En la vida siempre tendremos conflictos,así es la naturaleza en donde vivimos.
_ Pero es que no sé
cómo enfrentarlo _ se lamentó el tigre.
_ Primero debes
comprender cuál es el origen del conflicto y mantenerte callado _ explicó la
abeja.
_ ¿Por qué? _ preguntó
el tigre melancólico.
_ La respuesta más poderosa ante el conflicto
es el silencio. Cuando guardas silencio ante quien quiere meterte en un
conflicto, éste finalmente se autodestruirá.
Dicho esto, la abejita
se marchó y continuó trabajando en su panal de miel. El tigre continuó sentado
y reflexionando. Luego agarró una hojita verde y escribió:
_ ¡Debo guardar
silencio!
Horas después se
levantó y se marchó a lo llano de la selva. Allí cuando algunos animales
querían meterlo en algún conflicto el tigre sacaba su hojita verde y leía para
sí:
_ ¡Debo guardar silencio!
De esta manera el tigre
aprendió que la manera de responder ante un conflicto es una elección. y la mejor elección es:
_ ¡Debo guardar silencio!
Autora: María
Abreu
Aun el necio, cuando calla, es contado por sabio;
El que cierra sus labios es entendido. (Proverbios 17:28)