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martes, 12 de febrero de 2019

CUANDO ME ENOJO

Hoy me he ido de compra con mi madre a la tienda de juguetes. Le he pedido que me compre un juguete que me gusta mucho pero ella me ha dicho que el dinero no le alcanza para comprarlo.

Yo me enojé mucho, la cara se me puso roja, empecé a patalear y con la frente arrugada me puse a gritar:

- ¡Comprámelo mamá , lo quiero ahora!

Mi mamá se me acercó intentando explicarme algo, pero yo crucé los brazos y me fui a un rincón de la tienda con la cara muy fea y arrugada.

Pero aún así mi mamá se me acercó sin perder la calma y con mucha ternura me explicó:

_ Sé que te sientes frustrado porque no te puedo comprar el juguete deseado, pero no por eso debes enfadarte y gritar para expresar lo que sientes.

Luego de haberme dicho esto mi mamá me dio un abrazo y negociamos una solución para comprar el juguete.

Me habló del valor del ahorro y me compró una hucha con forma de cerdito para que aprendiera a ahorrar.

Lo cierto es que al final pude ahorrarme el dinero y comprarme el juguete que tanto me gustaba. Gracias a que mi mamá me enseñó a dominar mis emociones y a tener paciencia.


Autora: María Abreu


Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; Y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad. (Proverbios 16: 32)



domingo, 14 de octubre de 2018

ME SIENTO TRISTE, QUIERO JUGAR


José y Manuel son dos hermanitos que se llevan dos años de diferencia. A José el hermano mayor le encanta jugar con los coches de Manuel y nunca le pide permiso para usarlos.

Esto hace que Manuel se quede sentado en un rincón del salón muy triste porque aparte de que José usa sus juguetes sin su permiso tampoco lo invita a jugar con él.

Cuando Manuel se queda triste casi no habla y se pone a llorar en silencio. La madre que nota la tristeza de Manuel lo abraza y, llamando a José, se sienta con ambos y les explica con cariño:

_ José debes aprender a pedir permiso antes de usar los juguetes de tu hermano y también darle las gracias. Algo igualmente importante es aprender a compartir.

Con este consejo José se acercó a su hermanito y le dio un abrazo súper fuerte para que dejara de llorar.

Acto seguido le pidió permiso para que le dejara usar sus juguetes. Manuel con su carita dulce asintió con la cabeza.

 José dando las gracias agarró a su hermanito por la mano y lo invitó a que jugaran juntos.

Desde ese día José entendió cuán importante es aprender a pedir permiso para usar las cosas de los demás, ser agradecido y la importancia de compartir.
  
PD: A nadie le gusta que le cojan sus cosas sin permiso, por eso Manuel se puso triste.

Autora: María Abreu

No niegues un favor a quien te lo pida, si en tu mano está el otorgarlo. (Proverbios 3: 27





miércoles, 2 de mayo de 2018

EL NIÑO IMPACIENTE - El valor de la paciencia


Manuel es un niño de 6 años amistoso y juguetón pero no sabe tener paciencia. Cada vez que su madre lo lleva a la tienda a comprar calcetines Manuel llora y hace rabietas porque quiere que le compre un osito de peluche.

_ Manuel, ahora no podemos comprar ese osito de peluche porque no tenemos dinero suficiente. Debemos esperar a final de mes _  declara la madre.

_ ¡No, esperar no, yo lo quiero ahora!_ replica Manuel entre gritos.

..... .....
_ ¡Niño no seas petardo! _ Le recrimina la madre y agarrándolo de la mano lo saca de la tienda y aprovechando el día soleado se lo lleva a comer helados.

En la heladería Manuel intenta saltarse la fila porque no tiene paciencia para esperar su turno, la madre lo agarra por los brazos y le explica:

_ Manuel tienes que aprender a esperar porque…

Pero como Manuel no tiene paciencia para escuchar la explicación de su madre y la interrumpe entre berrinches:

_ ¡No, esperar no, yo quiero un helado ahora!

La madre entristecida no le compra el helado y agarrándolo por la mano se lo lleva a casa.

Cuando llegan a casa Manuel reclama un bocadillo, la madre le pide unos minutos para cambiarse de zapatos sin embargo Manuel empieza a zapatear y a chillar:

...... .....
_ ¡No, un minuto no,  quiero el bocadillo ahora!

Y así era el día a día de Manuel y su madre.

Hasta que llegó un momento en que la madre cansada de los gritos, las rabietas, zapateos y berrinches de su hijo decide darle todo lo que le pide al momento.

De esta manera, teniendo a su madre siempre a sus órdenes Manuel se convierte en… El pequeño tirano de la casa.

Pasados unos meses la abuela de Manuel llegó a casa para pasarse el verano con ellos.

La abuela le llevó regalos, pero no pasó ni media hora para que la abuela se diera cuenta de que Manuel es un niño impaciente.

Por ese motivo observaba la conducta de Manuel descubriendo que éste se comportaba como que todo giraba alrededor de sus deseos.

Aun así la abuela guardó silencio esperando el momento ideal para corregir a su  pequeño nieto.

Una mañana se fueron los tres a la tienda a comprar algunas prendas de vestir. Manuel corrió hacia donde estaba el osito de peluche que una vez había pedido a su madre y le ordenó que se lo comprara.

_ Manuel, te he dicho que no tenemos dinero suficiente. Debes esperar a final de mes_ reveló la madre.

_ ¡No, esperar no, yo lo quiero ahora!_ ordenó Manuel entre gritos.

_ ¡Niño eres un petardo!_ exclamó la madre muy incómoda.

La abuela que estaba al lado observando las pataletas y los berrinches de Manuel se le acercó con mucha ternura para explicarle:

_ Manuel, debes aprender a tener paciencia.

_ ¡No, no tengo paciencia! ¿Qué es la paciencia? _ preguntó Manuel sin dejar de gritar.

...... ....
_ ¡La paciencia es estar lleno de amor! El que ama difícilmente se enoja, es paciente con las personas, no grita y sobre todo sabe esperar… _ Revela la abuela.

_ ¿Entonces debo esperar a que mi mamá tenga dinero suficiente para que me compre ese osito de peluche? _ aclaró Manuel con voz baja.

_ ¡Exactamente!_ afirmó la abuela.

Limpiándose las lágrimas por la rabieta que había hecho anteriormente Manuel se acerca a su  madre diciéndole:

_ ¡Mami te quiero!

La madre llena de cariño lo abrazó y le regaló una cajita de ahorros para que Manuel con mucha paciencia fuera ahorrando el dinero y se comprara el osito de peluche.

También la abuela le compró una pequeña plantita y se la puso en la ventana de la habitación para que  Manuel con amor y paciencia la fuera cuidando.

Cada día la plantita iba creciendo bajo el cuidado de Manuel hasta que le llegó el tiempo de echar flores.

_ Mamá, mamá, ya la plantita tiene flores y también ya he ahorrado el dinero suficiente para comprarme el osito de peluche.

De esta manera Manuel aprendió a tener paciencia y cada noche dormía abrazado a su osito de peluche.

Ante el cambio de Manuel, la madre se dio cuenta que ella también necesitaba tener paciencia con su hijo siendo más amorosa con él.


Autora: María Abreu

Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna. (Santiago 1:4)






domingo, 15 de abril de 2018

EL LEÓN Y EL TIGRE _Cuento sobre la amargura


En una extensa selva de despejadas llanuras vivía un león que era víctima de las burlas de un tigre.
Una vez este tigre le robó la comida y luego se burló diciendo que él no había sido.

Esto hizo enojar mucho al león porque consideró ese hecho como una traición y desde  ese día empezó a sentir ira y rencor contra el tigre.

Era tanto el resentimiento que el león sentía que cuando comía un rico filete, se acordaba del tigre, cuando daba un paseo por la selva, se acordaba del tigre, cuando se acostaba no podía dormir porque se acordaba del tigre.

En su mente no podía escapar de las garras lastimeras del tigre, aunque éste estaba a cientos de kilómetros de él. El tigre al que odiaba le perseguía donde quiera que fuera.

Era tanto el resentimiento que sentía el león que pensó:

_ ¡Soy un amargado!

Con tanta amargura el león sufría de estrés y fatiga. Ya no disfrutaba de las cosas que antes le producían placer.

Un día, harto de no poder controlar sus emociones decidió ir donde un jaguar a buscar consejo. Cuando contó lo que sentía al jaguar, éste le dijo:

_ El resentimiento está controlando tus pensamientos y por eso está tan amargado.

_ ¿Y qué debo hacer? _ preguntó el león.

_ Perdonar al tigre. El perdón es el único que te liberará de la amargura _ respondió el jaguar.

El león pensativo y muy decidido salió en busca del tigre y lo encontró descansando patas arriba bajo la sombra de un árbol.

Cuando el león se acercó al tigre, éste se asustó mucho porque pensó que el león lo iba a atacar; pero quedó sorprendido al escuchar al león decirle que lo perdonaba por el robo de la comida.

Desde ese momento el león quedó libre de su amargura y pudo volver a disfrutar libremente de la belleza de la selva.

Autora: María Abreu

Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. (Efesios 4:31-32)




martes, 13 de junio de 2017

EL NIÑO QUE SE ENFADABA POR TODO

Adam era un niño que se enfadaba por todo. Se enfadaba cuando no quería irse a dormir, se enfadaba cuando le controlaban las horas de jugar a los videojuegos, se enfadaba cuando no le daban las cosas que él quería…

..........
......
Cuando Adam se enfadaba chillaba, daba portazos, pegaba puñetazos a la pared, rompía y tiraba cosas al suelo.

En el colegio se metía en peleas por sus frecuentes enfados.

La madre siempre le explicaba que cuando ella se enfadaba no insultaba, no gritaba ni agredía a nadie, pero a Adam le daba igual los consejos de su madre.

Como Adam no sabía controlar sus frecuentes enfados la madre le propuso un juego:

 _ ¿Hijo podemos jugar al semáforo?

_ ¿Qué juego es ese mamá?_ preguntó Adam viendo la tele en su habitación muy enfadado.

_ Es un juego que te ayudará a controlar tus emociones _ explicó la madre.

_ ¡Mmmm! ¡No sé…, creo que será aburrido!_ dedujo Adam.

Pero la madre con palabras dulces logró convencerle. Se sentaron en el suelo con unas cartulinas e hicieron varios semáforos. Luego los pegaron en la habitación, en el salón, en la cocina y en el baño.

 Desde ese momento cuando la madre le decía que ya era hora de parar de jugar a los videojuegos Adam se enfadaba, pero seguidamente leía el semáforo de su habitación que decía:

_ ROJO. Para, no explotes de enfado.


Luego cuando iba al baño y se había terminado el papel de baño, Adam se enfadaba, pero leía el semáforo que decía:

_ AMARILLO. Piensa qué puedes hacer para solucionar lo que pasa.

También cuando entraba en la cocina y encontraba a su madre preparándole una comida que no era su favorita, Adam se enfadaba, pero leía el semáforo que decía:

_ VERDE. Actúa sin gritar ni chillar.

Con el juego del semáforo cada día Adam iba aprendiendo a controlar sus emociones y recuperando los amigos que había perdido por sus frecuentes enfados.

Autora: María Abreu


El que tarda en airarse es grande de entendimiento. Mas el que es impaciente de espíritu enaltece la necedad. (Proverbios 14:29)



martes, 23 de mayo de 2017

EL CÁNCER DEL RECHAZO

_ ¡No quiero ser tu amiguita!_ le dijo la ranita Alicia al sapito Cirilo cuando éste le preguntó si podía jugar con ella en el jardín.

Al escuchar esto, los ojitos saltones del sapito Cirilo se les empequeñecieron de tristeza al sentirse rechazado.

Minutos después la ranita Alicia comenzó a regar las flores del jardín con un cubito de agua. El sapito Cirilo que estaba debajo de una flor, dio un salto y preguntó:

_ ¿Puedo ayudarte?

_ ¡No gracias!  ¡No creo que seas capaz de hacer esto!

Con todos estos rechazos, el sapito Cirilo caminó hacia una flor con un sentimiento doloroso en su corazón y pensando:

_ ¡A mí nadie me quiere!

Desde ese momento el sapito Cirilo comenzó a perder valor propio. El sentimiento de rechazo comenzó a convertirse en un cáncer que lo iba destruyendo por dentro.

Cada día, cuando los animales jugaban en el jardín, el sapito Cirilo se quedaba debajo de la flor por temor a que también le rechazaran.

Una mariposa que conocía la situación del sapito Cirilo comenzó a revolotear frente a su cara y le explicó:

_ Sapito Cirilo, si la ranita Alicia te rechaza es porque ella tiene problema interno, no tú.

_ Es que no sé cómo vencer este sentimiento de rechazo  _ se lamentó el sapito Cirilo.

_ La mejor manera de vencer el rechazo es reconocer el valor que tienes y lo competente que eres. Tú puedes hacer cosas, y puedes hacer nuevos amigos.

Con este consejo, el sapito Cirilo sacó pecho, se puso de pie y saltó pensando:

_ ¡Tengo valor, soy competente!

Y entre saltos y saltos se acercó a los demás animalitos, se puso a jugar con ellos e hizo nuevos amiguitos.

La ranita Alicia, cuando vio lo aceptado y querido que era el sapito Cirilo, se acercó y le pidió perdón. También le pidió que le dejara ser su amiguita a lo que el sapito Cirilo aceptó. 

Desde entonces el sapito Cirilo y la ranita Alicia fueron muy buenos amigos y jugaban felices en el jardín.

Autora: María Abreu


¿O tienes en poco las riquezas de su bondad, tolerancia y paciencia, ignorando que la bondad de Dios te guía al arrepentimiento? (Romanos 2:4)


martes, 2 de mayo de 2017

El sentimiento de culpa del hámster

A la deriva en un barquito de plástico estaba un hámster. Ahí acostado una nube negra de pensamientos de culpa invadían su mente.

Este sentimiento de culpa le hizo tomar la decisión de irse al mar. Allí flotaba sin rumbo, sin deseos de vivir.

Sentía culpa y vergüenza por una mala acción que había hecho. Su conciencia le había declarado… Culpable.

El sol quemaba los pelitos de su piel y estaba deshidratado; pero no le importaba.

Un delfín muy amistoso que jugaba con las olas descubrió al hámster en el barquito y se acercó a preguntar. Entonces el hámster le contó la mala acción que había hecho y lo mal que se sentía.

El delfín se quedó pensando y luego comenzó a explicar:

_ Para librarte del sentimiento de culpa debes pedir perdón a Dios y luego a quien le hayas hecho el daño.

_ ¡Dudo que me perdonen! _  lamentó el hámster.

_ ¡No puedes vivir con culpa! Vete donde el afectado, pídele perdón de una manera breve sin involucrar a nadie más.

_ ¿Y por qué no puedo involucrar a nadie más? _ preguntó el hámster entre lágrimas.

_ Porque si involucras a alguien más estarás defendiéndote y no confesando tu culpabilidad.

_ ¡Oh, muchas gracias amigo!

Siguiendo el consejo del delfín, el hámster le pidió que le ayudara a llegar a la orilla. El delfín empujó el barquito y cuando llegaron a la orilla le recordó:

_ ¡El único que te libera del sentimiento de culpa es el perdón!

El hámster se lo agradeció una vez más y luego corrió hacia una madriguera. Allí se encontró con quien le había hecho daño, le pidió perdón y fue liberado de la culpa.

A partir de ahí, el hámster iba al mar a navegar en su pequeño barco; pero esta vez de una manera distinta. Disfrutaba del mar con su amigo el delfín.

Autora: María Abreu


Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios. (Salmos 51: 17)


domingo, 30 de abril de 2017

¡NO TEMAS PEQUEÑO!

El pequeño duende salió corriendo de entre las flores del bosque y entró a su casita muy nervioso.

Caminó hacia la cocina y encontró a la madre preparando la comida. Quiso guardar silencio pero no pudo, sentía incertidumbre; por eso exclamó:


_ ¡Mamá tengo temor!

La madre le miró muy comprensiva. Dejó de cocinar, agarró al pequeño duende de la mano y se lo llevó al salón. Allí lo sentó en el sofá y comenzó escucharlo:

_ Mamá tengo temor a la oscuridad, temor a las serpientes, temor a que te mueras, temor a quedarme  solo, temor a…

_ ¡Para hijo!_ interrumpió la madre y luego añadió:

_ Todos tenemos temor a algo en la vida.

_ Sí mamá; pero es que este temor está controlando mis emociones. ¡No tengo paz ni alegría!

Ante esta confesión la madre guardó silencio y mirando la angustiada carita de su pequeño duende le dijo:

_ Cuanto tengas temor acuérdate del apóstol Pedro.

El duende reposó su carita sobre su mano derecha y luego preguntó:

_ ¿Por qué mamá?

_ Cuando vino la tormenta en el mar, Pedro le dijo a Jesús: Señor si eres tú permite que yo baje de la barca  y Jesús le dijo ven. Y Pedro comenzó a caminar sobre las aguas sin apartar la mirada de Jesús.

_ ¿Y qué pasó luego mamá? _ indagó el pequeño duende con mucho interés.

_ Que luego Pedro apartó la mirada de Jesús y mirando hacia arriba vio unas enormes nubes negras que cubrían el cielo, luego miró hacia abajo y vio cuán profundas y peligrosas eran las aguas. ¡Sintió miedo y comenzó a hundirse!

_ ¿Y qué me quieres decir con esto mamá? _ preguntó el pequeño duende muy atento.

_ Quiero decir que el mejor paso para librarte del temor es no apartar tu mirada de Jesús.

Con este consejo de mamá, el pequeño duende fue creciendo confiando en que Jesús siempre nos ayuda en medio del temor. ¡Jesús es nuestro héroe!

PD: El temor viene cuando dudamos de que Dios puede controlar nuestra situación.

Autora: María Abreu

No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia. (Isaías 41:10)





jueves, 20 de abril de 2017

LA ARDILLA Y EL ENOJO

En un pequeño bosque vivía la ardilla Isabella. Ésta cuando se enojaba zapateaba con los pies, gritaba e insultaba a su familia y amigos.

Cada vez que quería conseguir algo lo lograba a base de gritos, insultos y rabietas. Era su manera de tener el control de las cosas. Y después de esto actuaba como si nada hubiera pasado.

Una tarde, la ardilla Isabella salió con sus amigos a reunir alimentos para el invierno. Iba echando en una cestita que tenía en su cabeza: nueces, hojas y raíces.

La ardilla Amara que también estaba recogiendo nueces, hojas y raíces del suelo se despistó y chocó con la ardilla Isabella frontalmente.

Ante este hecho, a la ardilla Isabella se le cayeron los alimentos y quedaron esparcidos por todo el suelo. Por lo que le dio un arranque de ira y empezó a gritar y a insultar a la ardilla Amara acusándola de torpe e inútil.

Era tanta la ira de la ardilla Isabella que su cuerpo se tensó y las venas del corazón se le taponaron provocándole un infarto.

Las demás ardillas, pese al mal trato que le había dado la ardilla Isabella se preocuparon mucho y rápidamente llamaron una ambulancia y se la llevaron al hospital.

Una vez allí, el médico Duende Azul, la estabilizó y horas después comenzó a explicarle:

_ ¡El enojo es un suicidio, casi te mueres de un infarto! ¡Debes aprender a controlarlo!

_ ¡Es que no sé cómo controlar mi enojo, doctor!_ expresó la ardilla Isabella acostada en la cama junto a un monitor cardiaco.

_ Debes identificar la causa, aceptar que estás enojada y luego trabajar en este sentimiento tan negativo que es el enojo _ explicó el doctor.

_ ¡Muchas gracias doctor, me llevaré de su consejo! _ reflexionó la ardilla Isabella.

Dos días después, a la ardilla Isabella le dieron el alta hospitalaria y volvió al bosque con sus amigas a recoger alimentos. Con una actitud tranquila y relajada les pidió perdón a todas por los gritos e insultos que les había dicho.

Con este infarto la ardilla Isabella comprendió que no vale la pena enojarse por cualquier cosa ni gritarle a los demás.

Autora: María Abreu

No te apresures en tu corazón a enojarte, porque el enojo reposa en el seno de los necios. (Eclesiastés 7:9)




EL TIGRE ANTE EL CONFLICTO

El tigre Leonardo estaba cansado de vivir en conflicto con el león. Éste siempre lo atacaba y le hería verbalmente. Tenían choque de personalidad.

También había tenido algunos pequeños conflictos con otros animales de la selva. Era difícil la situación para el tigre Leonardo. Se sentía triste, inseguro y a veces culpable.

Mantener la paz era difícil para él, por lo que se apartó de la selva y se fue hacia unas espesuras de arbustos  para no tener contacto con nadie.

Allí se sentó en el suelo con una enciclopedia de pensamientos tristes en su mente.

Justo enfrente de él una abeja estaba trabajando en un panal de miel. Al ver  la desmoralización de tigre se acercó a preguntar:

_ ¿Qué te pasa?

El tigre le contó sus penas mientras la abeja revoloteaba enfrente suyo. Ésta después de escucharlo le dijo:

_ En la vida siempre tendremos conflictos, así es la naturaleza en donde vivimos.

_ Pero es que no sé cómo enfrentarlo _  se lamentó el tigre.

_ Primero debes comprender cuál es el origen del conflicto y mantenerte callado _ explicó la abeja.

_ ¿Por qué? _ preguntó el tigre melancólico.

­ ­_ La respuesta más poderosa ante el conflicto es el silencio. Cuando guardas silencio ante quien quiere meterte en un conflicto, éste finalmente se autodestruirá.

Dicho esto, la abejita se marchó y continuó trabajando en su panal de miel. El tigre continuó sentado y reflexionando. Luego agarró una hojita verde y escribió:

_ ¡Debo guardar silencio!

Horas después se levantó y se marchó a lo llano de la selva. Allí cuando algunos animales querían meterlo en algún conflicto el tigre sacaba su hojita verde y leía para sí:

_ ¡Debo guardar silencio!

De esta manera el tigre aprendió que la manera de responder ante un conflicto es una elección. y la mejor elección es:

_ ¡Debo guardar silencio!
Autora: María Abreu


Aun el necio, cuando calla, es contado por sabio; El que cierra sus labios es entendido. (Proverbios 17:28)


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