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domingo, 30 de abril de 2017

¡NO TEMAS PEQUEÑO!

El pequeño duende salió corriendo de entre las flores del bosque y entró a su casita muy nervioso.

Caminó hacia la cocina y encontró a la madre preparando la comida. Quiso guardar silencio pero no pudo, sentía incertidumbre; por eso exclamó:


_ ¡Mamá tengo temor!

La madre le miró muy comprensiva. Dejó de cocinar, agarró al pequeño duende de la mano y se lo llevó al salón. Allí lo sentó en el sofá y comenzó escucharlo:

_ Mamá tengo temor a la oscuridad, temor a las serpientes, temor a que te mueras, temor a quedarme  solo, temor a…

_ ¡Para hijo!_ interrumpió la madre y luego añadió:

_ Todos tenemos temor a algo en la vida.

_ Sí mamá; pero es que este temor está controlando mis emociones. ¡No tengo paz ni alegría!

Ante esta confesión la madre guardó silencio y mirando la angustiada carita de su pequeño duende le dijo:

_ Cuanto tengas temor acuérdate del apóstol Pedro.

El duende reposó su carita sobre su mano derecha y luego preguntó:

_ ¿Por qué mamá?

_ Cuando vino la tormenta en el mar, Pedro le dijo a Jesús: Señor si eres tú permite que yo baje de la barca  y Jesús le dijo ven. Y Pedro comenzó a caminar sobre las aguas sin apartar la mirada de Jesús.

_ ¿Y qué pasó luego mamá? _ indagó el pequeño duende con mucho interés.

_ Que luego Pedro apartó la mirada de Jesús y mirando hacia arriba vio unas enormes nubes negras que cubrían el cielo, luego miró hacia abajo y vio cuán profundas y peligrosas eran las aguas. ¡Sintió miedo y comenzó a hundirse!

_ ¿Y qué me quieres decir con esto mamá? _ preguntó el pequeño duende muy atento.

_ Quiero decir que el mejor paso para librarte del temor es no apartar tu mirada de Jesús.

Con este consejo de mamá, el pequeño duende fue creciendo confiando en que Jesús siempre nos ayuda en medio del temor. ¡Jesús es nuestro héroe!

PD: El temor viene cuando dudamos de que Dios puede controlar nuestra situación.

Autora: María Abreu

No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia. (Isaías 41:10)





jueves, 6 de abril de 2017

EL DUENDE Y EL TIEMPO

Hace millones de años, el tiempo no estaba medido en horas, días, semanas, meses ni años. Simplemente transcurría sin ningún equilibrio.

Las personas vivían libres de horarios y con una vida desordenada. Por eso, un buen día, un pequeño duende decidió capturar el tiempo para medirlo.

Mágicamente el duende atrapó el tiempo y lo metió dentro de un reloj. Inmediatamente la manecilla del reloj empezó a medir el tiempo por lo que el duende  pensó:

_ Les daré a todas las personas la misma cantidad de tiempo. 24 horas al día y 7 días a la semana para que dediquen tiempo a lo que realmente necesitan tiempo.

Una vez que los habitantes comprendieron la medida del tiempo se pusieron muy felices. Desde entonces comenzaron a vivir una vida más ordenada aprovechando el tiempo en todo lo que hacían.

Pero no pasó mucho tiempo cuando algunos habitantes empezaron a llamar al duende para quejarse de que el tiempo no les alcanzaba. El duende agotado de escuchar tantas quejas les explicó:

_ He repartido el tiempo a cada uno por igual. 24 horas al día y siete días a la semana. Si el tiempo no les alcanza es porque no saben administrarlo

Yo les he dado la magia para que lo administren bien.

Transcurría el tiempo, las mismas personas seguían quejándose delante del duende por lo que éste al borde de un ataque de nervios se marchó de vacaciones hasta el día de hoy.

Autora: María Abreu

Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora: (Eclesiastés 1: 1)



martes, 8 de julio de 2014

El duende travieso


Dentro del interior de un gran árbol vivía un duende burlón y descarado. Muchas veces utilizaba su poder para divertirse haciendo diferentes travesuras.

Un día,  aburrido,  decidió asustar a los animales del bosque para divertirse un poco. La primera víctima que vio fue un sapo. El duende convertido en una serpiente comenzó a silbar:

......
....
_ ¡Sssssss!

En ese momento el sapo que estaba croando cerca de un charco de agua al descubrir la serpiente dio un gran salto y permaneció escondido dentro del charco muy asustado.

El duende rió por unos momentos y, para su sorpresa, cerca de allí, vio a dos ratones que estaban musitando al lado de su casita. El duende convertido en un gato les  maulló:

_ ¡Miau!

Los ratones rápidamente corrieron intentando entrar por el agujero al mismo tiempo. El que más empujó fue el que primero entró.

El duende agarrándose la barriga se tiró al suelo sin parar de reír. Esto empezaba a ser divertido y por eso decidió continuar con sus travesuras.

Caminó mas adelante y vio a una cabra comiendo hierbas. El duende convertido en un lobo aulló:

_ ¡Auuuu!

La cabra al salir corriendo chocó con el tronco de un árbol y baló; pero siguió corriendo por miedo a que el lobo se la comiera.  El duende no paró de reír.

Un hada muy enojada por las pesadas travesuras del duende y conociendo que éste le tenía mucho miedo a los gigantes decidió enviarle uno.

El gigante fue a buscar al duende y al encontrarlo de camino intentó hablarle; pero el duende comenzó a correr muy asustado.

Mientras el duende corría a toda prisa, el gigante apenas tuvo que dar algunos pasos para agarrarlo con dos dedos y afirmó:

_ ¡Tienes miedo!

El duende temblaba de miedo y no le salían las palabras.

_ ¡No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti!_ dijo el gigante y dejándole en el suelo se marchó.

Desde ese momento volvió la tranquilidad al bosque porque el duende dejó de hacer sus pesadas bromas.

Autora: María Abreu
Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Mateo 22:39)


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