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viernes, 3 de agosto de 2018

EL VALOR MÁS IMPORTANTE


Había una vez un bosque que tenía muchos árboles y coloridas flores. Allí las mariposas enlazaban cientos de colores mientras que otras se embriagaban con su dulce néctar.

A veces, estas mariposas, por los penetrantes rayos del sol, se vislumbraban de color plata y otras de color oro.


El hada Sarita que recientemente había llegado al bosque se maravillaba mirando la fraternidad del paisaje. Hasta que fijó su mirada sobre una mariposa que con un mágico aleteo colocaba diferentes valores a las hojas de los árboles.

Asombrada por lo que estaba viendo, el hada Sarita se acercó a preguntar:

_ ¿Por qué esos árboles son tan hermosos?

La mariposa Rosa que era la guardiana de los árboles con una dulce sonrisa contestó:

_ Su belleza se fundamenta en que sus hojas están construidas en valores humanos.

_ ¿Qué son los valores? _ curioseó el hada Sarita.

Los valores son los que hacen que las personas sean mejores cada día_ reveló la mariposa Rosa.

Al enterarse de esto, el hada Sarita pidió que le enseñara a construir el árbol de los valores y la mariposa Rosa le entregó unas hojas para que los seleccionara.

En ese momento el hada Sarita escogió el valor de la dignidad y la responsabilidad para las raíces. El valor de la integridad para el troncoEl valor de la amistad y el respeto para las ramas.  

Y finalmente el valor del autocontrolel diálogo, el esfuerzo, el trabajo, la valentía, la autoestima la diversión para las hojas.

Después de haber terminado de construir el árbol de los valores se marchó a jugar. Volando libremente por el bosque, dejaba un círculo de luz tras su vuelo para que las mariposas lo atravesaran.

En seguida, bajaron a los llanos del bosque, formaron un círculo sobre las verdes hierbas y bailaron alegremente. Entre cantos y música el hada Sarita aprendió a bailar el vals de las mariposas.

Y con ese mismo baile se acercó al árbol de los valores; pero lloró tristemente cuando descubrió que su árbol era el único que no había florecido. Viendo la mariposa Rosa el llanto del hada se acercó a explicarle.

_ Tu árbol no ha tenido flores porque entre todos los valores que te di a escoger no escogiste el valor más importante.

_ ¿Y cuál es el valor más importante? _ preguntó el hada Sarita entre lágrimas.

¡El valor más importante es el amor! _ reveló la mariposa Rosa.

Al escuchar esto, el hada Sarita voló velozmente y colocó el valor del amor sobre el árbol y éste comenzó a florecer.


Con este acontecimiento el hada Sarita entendió la importancia de los valores y sobre todo... el valor del amor.

Autora: María Abreu

Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor (1 Corintios 13: 13)



miércoles, 2 de mayo de 2018

EL NIÑO IMPACIENTE - El valor de la paciencia


Manuel es un niño de 6 años amistoso y juguetón pero no sabe tener paciencia. Cada vez que su madre lo lleva a la tienda a comprar calcetines Manuel llora y hace rabietas porque quiere que le compre un osito de peluche.

_ Manuel, ahora no podemos comprar ese osito de peluche porque no tenemos dinero suficiente. Debemos esperar a final de mes _  declara la madre.

_ ¡No, esperar no, yo lo quiero ahora!_ replica Manuel entre gritos.

..... .....
_ ¡Niño no seas petardo! _ Le recrimina la madre y agarrándolo de la mano lo saca de la tienda y aprovechando el día soleado se lo lleva a comer helados.

En la heladería Manuel intenta saltarse la fila porque no tiene paciencia para esperar su turno, la madre lo agarra por los brazos y le explica:

_ Manuel tienes que aprender a esperar porque…

Pero como Manuel no tiene paciencia para escuchar la explicación de su madre y la interrumpe entre berrinches:

_ ¡No, esperar no, yo quiero un helado ahora!

La madre entristecida no le compra el helado y agarrándolo por la mano se lo lleva a casa.

Cuando llegan a casa Manuel reclama un bocadillo, la madre le pide unos minutos para cambiarse de zapatos sin embargo Manuel empieza a zapatear y a chillar:

...... .....
_ ¡No, un minuto no,  quiero el bocadillo ahora!

Y así era el día a día de Manuel y su madre.

Hasta que llegó un momento en que la madre cansada de los gritos, las rabietas, zapateos y berrinches de su hijo decide darle todo lo que le pide al momento.

De esta manera, teniendo a su madre siempre a sus órdenes Manuel se convierte en… El pequeño tirano de la casa.

Pasados unos meses la abuela de Manuel llegó a casa para pasarse el verano con ellos.

La abuela le llevó regalos, pero no pasó ni media hora para que la abuela se diera cuenta de que Manuel es un niño impaciente.

Por ese motivo observaba la conducta de Manuel descubriendo que éste se comportaba como que todo giraba alrededor de sus deseos.

Aun así la abuela guardó silencio esperando el momento ideal para corregir a su  pequeño nieto.

Una mañana se fueron los tres a la tienda a comprar algunas prendas de vestir. Manuel corrió hacia donde estaba el osito de peluche que una vez había pedido a su madre y le ordenó que se lo comprara.

_ Manuel, te he dicho que no tenemos dinero suficiente. Debes esperar a final de mes_ reveló la madre.

_ ¡No, esperar no, yo lo quiero ahora!_ ordenó Manuel entre gritos.

_ ¡Niño eres un petardo!_ exclamó la madre muy incómoda.

La abuela que estaba al lado observando las pataletas y los berrinches de Manuel se le acercó con mucha ternura para explicarle:

_ Manuel, debes aprender a tener paciencia.

_ ¡No, no tengo paciencia! ¿Qué es la paciencia? _ preguntó Manuel sin dejar de gritar.

...... ....
_ ¡La paciencia es estar lleno de amor! El que ama difícilmente se enoja, es paciente con las personas, no grita y sobre todo sabe esperar… _ Revela la abuela.

_ ¿Entonces debo esperar a que mi mamá tenga dinero suficiente para que me compre ese osito de peluche? _ aclaró Manuel con voz baja.

_ ¡Exactamente!_ afirmó la abuela.

Limpiándose las lágrimas por la rabieta que había hecho anteriormente Manuel se acerca a su  madre diciéndole:

_ ¡Mami te quiero!

La madre llena de cariño lo abrazó y le regaló una cajita de ahorros para que Manuel con mucha paciencia fuera ahorrando el dinero y se comprara el osito de peluche.

También la abuela le compró una pequeña plantita y se la puso en la ventana de la habitación para que  Manuel con amor y paciencia la fuera cuidando.

Cada día la plantita iba creciendo bajo el cuidado de Manuel hasta que le llegó el tiempo de echar flores.

_ Mamá, mamá, ya la plantita tiene flores y también ya he ahorrado el dinero suficiente para comprarme el osito de peluche.

De esta manera Manuel aprendió a tener paciencia y cada noche dormía abrazado a su osito de peluche.

Ante el cambio de Manuel, la madre se dio cuenta que ella también necesitaba tener paciencia con su hijo siendo más amorosa con él.


Autora: María Abreu

Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna. (Santiago 1:4)






lunes, 27 de marzo de 2017

UN REGALO ESPECIAL

En un magnífico castillo vivía la princesa Amira que deseaba elegir a un joven para casarse. Para ello puso una condición: escogería al joven que a través de un regalo le hiciera sentirse especial.

Anunciada esta petición, se presentaron al palacio cientos de pretendientes con su regalo en mano: joyas, rosas, cuadros, prendas de vestir…


Un campesino que había escuchado los rumores del palacio, consciente de que por el estado de su pobreza no tenía nada que regalar, no dejó que esto le impidiera presentarse al palacio.

Puesto en fila, el campesino esperó turno, y cuando llegó su momento sólo expuso una idea:

_ ¡Princesa, tengo un regalo para ti que quizás nadie te ha hecho! ¡El regalo está en la naturaleza del bosque, sólo allí podemos encontrarlo, debes venir conmigo!

La princesa lo miró con incredulidad pareciéndole arriesgada dicha propuesta. Mas el campesino insistió tanto que finalmente la princesa aceptó.

A la tarde del día siguiente, el campesino fue al castillo a buscar a la princesa Amira y se marcharon montados a lomos de caballos. Al llegar al bosque el campesino la ayudó a bajar del caballo y le pidió que caminaran juntos.

Mientras caminaban por la espesura del verde bosque, la princesa podía apreciar el crujir de las hojas secas bajo sus pies. Y el canto de un grillo oculto en un rosal.

El campesino caminaba en silencio buscando palabras que expresar hasta que mirando la belleza del bosque decide hablar; pero justo en ese momento dos jabalíes salieron corriendo a toda velocidad de entre unos matorrales y le rompieron la parte baja del vestido a la princesa.

Ésta cayó al suelo y los jabalíes dieron media vuelta queriendo embestirla. La princesa rápidamente se levantó del suelo sabiendo que no le quedaba más remedio que correr por su vida. En la huida perdió un zapato, luego el otro.

Dos pajaritos, uno azul y otro amarillo que observaban el panorama desde la rama de un árbol se taparon los ojos con sus dos alas para no ver el fatal desenlace.

También dos ardillas, que estaban encaramadas en el mismo árbol se les cayeron las nueces que se habían metido en la boca por el sobresalto.

Los jabalíes continuaban persiguiendo a la princesa por lo que el campesino muy preocupado agarró una rama y corriendo detrás de ellos los ahuyentó.

Con respiración excitada por la huida la princesa se sentó junto al tronco de un árbol con las manos sobre su cabeza.  El campesino rápidamente se acercó y puesto en pie frente a ella, dándolo todo por perdido, pensó:

_ ¡Yo sólo quería regalarte un bello momento, pero veo que no ha sido buena la idea! - 

Luego se acercó a la princesa explicando:

_ ¡Levántate del suelo, te llevaré a tu castillo!  ¡Perdóname, esto no ha sido buena idea!

La princesa levantó la mirada y notó que los hermosos ojos verdes del campesino estaban llorosos.

Los dos pajaritos y las dos ardillas que estaban subidas en el árbol, sintieron tristeza por el campesino. Por eso decidieron ayudarle con el siguiente plan con el objetivo de hacer sonreír a la princesa:

Primero llegó el turno de las dos ardillas que bajaron del árbol y le hicieron un gran baile y luego le regalaron una corona margaritas.

Era el turno de los dos pajaritos: El pajarito azul se acercó a la princesa haciendo una acrobacia aérea dejando caer sobre su cabeza un collar de margaritas. Por su parte, el pajarito amarillo decidió regalarle una pulsera de margaritas, danzando al compás del viento.
_ ¡Qué bonito!_ gritó la princesa mientras se levantaba y corría detrás del pajarito amarillo intentando atraparlo. Sin darse cuenta acabó tropezando con una rama seca de un árbol y cayó boca abajo.

En ese momento las ardillas comenzaron a reñir al pajarito amarillo por la caída de la princesa. 

El campesino, que desde una corta distancia observaba el panorama se sentó frente a ella y le explicó:

_ ¡Lo siento, no tengo ningún regalo que darte! Yo sólo quería…., pasar un momento contigo y…, todo ha salido mal.

La princesa escuchando atentamente las palabras del campesino y sin dejar de mirar sus hermosos ojos verdes le confesó:

_ Me gustan las personas detallistas; pero más me gustan las personas que saben regalar momentos especiales. Éste ha sido para mi un regalo muy especial.

_ Perdona princesa, pero no sé por qué llamas a esto… momento especial _ preguntó el campesino.

_ He corrido, gritado, sonreído, he tenido contacto con la naturaleza y he disfrutado de una muy buena compañía. ¡UN REGALO ESPECIAL no tiene que ser perfecto, sino mágico! _ maduró la princesa.

Al escuchar esas dulces palabras el campesino sonrió de alivio y felicidad. Su alegría fue mayúscula cuando la princesa se acercó y le besó.


Autora: María Abreu


Toda buena dádiva y todo don perfecto vienen de lo alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación. (Santiago 1:17)



miércoles, 11 de mayo de 2016

El saltamontes enamorado


Una resplandeciente mañana de calor, el saltamontes Bruno salta por el bosque buscando desayuno.

Entre salto y salto descubre a una mariposa danzando al ritmo del viento sobre los pétalos de una rosa. Él suspira, mas ella le sonríe danzando de puntillas.

El saltamontes atraído por la belleza de la mariposa, salta sobre la rosa y con su carita ruborizada se le acerca diciendo:

_ ¡Hola, mi nombre es Bruno! ¡Bonitos colores!

Pero la mariposa, entre vuelta y vuelta no para de bailar, dibujando en el aire, figuritas de cristal.

_ ¿Podemos desayunar juntos? _ preguntó el saltamontes intentando llamar su atención.

_ Entiendo tu interés; pero sólo si me regalas una estrella del cielo podrás conquistarme_ explicó la mariposa, toda vanidosa.

_ ¡Wau!_ suspira el saltamontes. No se lo podía creer. Pero como sentía maripositas en el estómago le expresó:

_ ¡Por ti haría cualquier cosa!

_ Pues cuando tengas la estrella, búscame en los jardines de este bosque_ comenta la mariposa yéndose hacia otro rosal.

Desde ese día el saltamontes con mucho entusiasmo esperaba la llegada de la noche. Y bajo la luz de la luna, saltaba sin parar: por el prado, por las montañas, por el bosque.

A vece, cuando estaba sobre el pico de una montaña, saltaba tan alto que sentía que rozaba el cielo y que podía alcanzar las estrellas.

Pasadas las horas cuando salían los débiles rayos del sol, el saltamontes descansaba en su pequeña madriguera. Allí vendaba las heridas de sus pies lastimados por los continuos saltos, consciente de que esto le estaba lastimando.

Acostado en su cama, unas lágrimas salían de sus ojos porque pese al esfuerzo se sentía frustrado y poco valorado.

Cuando se sintió un poco mejor, se levantó y se acercó al rosal. Allí encontró a la bella mariposa curvando sus alas al compás del viento sobre los pétalos de una rosa.

La contempla con tristeza, pues sabía que las heridas de sus patitas le impedirían saltar sobre la rosa. Mas ésta al verlo descendió y sólo pensado en su deseo le preguntó:

_ ¿Dónde está mi estrella?

_ ¡No he podido conseguirla y no volveré a intentarlo!_ afirmó el saltamontes.

_ ¡Ah! ¿Por qué?_ preguntó la mariposa muy asombrada.

_ Porque cuando alguien realmente te quiere no te hace sufrir por puros caprichos_ explicó el saltamontes marchándose del rosal y dejándola sola.

Con el tiempo el saltamontes Bruno se curó de sus heridas y llegó a conocer a un saltamontes hembra que realmente lo valoraba.

Autora: María Abreu
 Cuando al orgullo lo va alimentando la vanidad termina en el rechazo y al final te quedas solo. Esto fue lo que le pasó a la mariposa.

 Tú, Señor, estás en las alturas, pero te dignas atender a los humildes; en cambio, te mantienes alejado de los orgullosos. (Salmos 138: 6)







viernes, 18 de diciembre de 2015

La isla encantada

Un apuesto príncipe aburrido de la vida monótona que llevaba en el palacio, decidió un buen día subir en uno de sus barcos en busca de aventuras.

El mar estaba en completa calma, en las profundidades los peces jugaban al fútbol y en el cielo las nubes bailaban al compás del viento.



miércoles, 14 de octubre de 2015

El ruiseñor y la primavera


Es la mañana del 21 de marzo. El viento comienza a soplar suavemente agitando las ramas de los árboles como queriendo arrancar el polen de las flores.

El viento llega con alegría, bailes y movimientos deseando anunciar algo.

Pero se asoma el sol y comienza a calentar el bosque.

Mágicamente reverdecen los pastos y florecen los árboles dejando fluir  un delicado aroma.

Llegan las mariposas revoloteando sobre las flores y embriagándose de colores vuelan de aquí para allá.

En ese instante se escucha una multitud de silbidos, borboteos y dulces cantos.

Más un canto sobresale, pues hay pocos pájaros que canten mejor que él. Es un ruiseñor anunciando la llegada de la primavera.

_ Ha llegado la belleza, el amor, un nuevo comienzo _ canta el ruiseñor, moviéndose ágilmente entre la vegetación.

Ligeramente sale del matorral y salta hacia el suelo. Ahí, al descubierto, camina entre las hojas buscando insectos para comer.

Después de haber soportado un frío invierno lleno de oscuridad y soledad. El ruiseñor entiende que la primavera siempre trae nuevos comienzos y abre camino a la esperanza.

Autora: María Abreu

“Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven. Porque he aquí ha pasado el invierno, se ha mudado, la lluvia se fue; se han mostrado las flores en la tierra.” (Cantares 2:10-12).






viernes, 9 de octubre de 2015

Príncipes, de aventuras por el bosque

Cuando la manecilla del reloj rozaba la media noche, un príncipe alumbrado sólo por la luz de la luna salía desde su palacio a caminar por las llanuras del bosque rumbo a un mágico lago azul. Allí agarraba su guitarra y comenzaba a cantar.

Una princesa que vivía frente al lago lo observaba desde el balcón de su habitación. Muy enojada por los cantos del príncipe envió una lechuza a decirle que hiciera silencio.



_ ¡Sssss! ¡Sssss! Pero como a la lechuza no le gusta dormir de noche, al final se quedó acompañando al príncipe.

Como cada noche cuando la manecilla del reloj rozaba la media noche el príncipe iba al lago a cantar con su guitarra. La princesa cansada de sus cantos decidió tirarle piedras. El príncipe asustado miraba para todos los lados sin descubrir quién se las estaba lanzando.

Más tarde, ella envió a cientos de cigarras, que posándose en los troncos de los árboles entonaron un  canto rechinante. Viendo la princesa que el príncipe estaba aturdido por el escándalo de las cigarras, le pareció muy divertido. Y decidió bajar del balcón para aproximarse al lago con la intención de seguir divirtiéndose haciéndole maldades.

Pero cuando iba de camino, dos lobos salpicados por la luz de la luna le salieron de frente. Entre pausas, aullaban como guerreros feroces. Los lobos se estaban acercando demasiado y la princesa comenzó a gritar pidiendo auxilio. Mas el  príncipe  no podía escucharla por el canto de las cigarras.

Los lobos seguían acercándose y ésta sintiéndose en peligro comenzó a correr velozmente por el bosque sorteando los matorrales; pero tropezó cayendo al suelo. Seguidamente se levantó y cuando intentó seguir, se dio cuenta que no podía ver los reflejos de la luz de la luna que le alumbraban el paso, ni siquiera los farolitos de las luciérnagas. Se había quedado ciega al caer sobre un montón de polen negro.

Entonces angustiada comenzó a gritar una y otra vez. En ese momento las cigarras habían hecho una pausan en su canto y el príncipe logró escuchar los gritos de la princesa e inmediatamente corrió hacia el lugar de donde provenían.

Viendo a la princesa en peligro, el príncipe cogió un palo y se enfrentó a los lobos que la rodeaban consiguiendo ahuyentarlos. En seguida se acercó a la princesa, la tomó de las manos y mirándola a los ojos se dio cuenta de que estaba ciega.

La princesa confundida y asustada le dijo:

_ ¡Márchate! Mas el príncipe con mucha ternura le expresó:

_ ¡Seré tus ojos en la oscuridad!_ Y tomándola de la mano comenzó a caminar con ella hacia el lago azul.

Cuando llegaron al lago el príncipe vio a un unicornio bebiendo agua en la orilla e inmediatamente corrió a pedirle que le devolviera la vista a la princesa.

El unicornio de color azul caminó hacia ella y apuntándole a los ojos con su cuerno  le lanzó un haz de luz. En ese instante la princesa comenzó a ver y a observar todo lo que había a su alrededor. Dirigió su mirada hacia el príncipe y mirándole fijamente, observó sus ojos verdes y el flequillo que reposaba en su frente. Después se acercó a explicarle:

_ Yo no merecía que me rescataras. Me divertía haciéndote maldades desde mi balcón.

_ Lo más importante de reconocer los errores es que te dan la oportunidad de reflexionar para mejorar_ dijo el príncipe con una dulce sonrisa.

El valor del amor
En ese instante el viento sopló suavemente moviendo el pelo de la princesa y le cubrió el rostro. El príncipe le apartó el pelo y la princesa fijando su mirada en los verdes ojos del príncipe se acercó y le besó.

¡Mas la luna seguía alumbrando la noche sin declarar que era a la princesa a quien el príncipe le cantaba cuando la manecilla del reloj rozaba la media noche!

                                                                                       Autora: María Abreu

 El amor no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor (1Corintios 13: 5)



miércoles, 12 de agosto de 2015

El hada del río




En las profundidades de un gran bosque había un magnífico río cuyas aguas se vestían de los colores del arcoíris por los penetrantes rayos del sol.

Era un río fantástico con aguas limpias y cristalinas que motivaba a un joven príncipe a irse de pesca todo el verano.

Un buen día mientras pescaba descubrió a una joven de larga y abundante cabellera sentada sobre una roca jugando con los peces. El príncipe sonrió al ver el panorama y  luego vociferó:

_ ¡Hola!

La joven lo miró con sus penetrantes ojos verdes sin decir nada.

_ ¿Por qué no sales del agua y pescamos juntos? _ clamó el príncipe rompiendo el silencio.

Pero la joven como no le gustaba estar en compañía se sumergió bajo el agua y comenzó a nadar alejándose del lugar metiéndose en una cueva.

Allí, en su soledad, comenzó a sentir curiosidad por saber qué se sentiría al estar en  compañía de alguien.

Esta curiosidad hizo que comenzara a nadar hasta donde había dejado al príncipe. Pero cuando sacó la cabeza del río el príncipe ya no estaba.

Salió del agua y anduvo por el bosque durante varias horas con la ilusión de encontrarlo; pero se detuvo al escuchar una rara voz  susurrar: 

_ ¡Ya tengo mi banquete! ¡Ya tengo mi banquete!

Con mucha curiosidad siguió el sonido de la voz descubriendo a un duende en pijama que estaba haciendo una hoguera para comerse al príncipe asado.

_ ¡Duende malvado, suéltalo ya!_ ordenó la joven.

Éste la miró con sus ojos envueltos en llamas e inmediatamente comenzó a lanzarle llamas de fuego por su boca. En ese mismo instante la joven levantó sus manos  y soltando grandes chorros de aguas por sus dedos apagó el fuego.

Viendo esto, el duende levantó sus manos e hizo que sus afiladas uñas comenzaran a crecer apuntando hacia la joven. Pero seguidamente la joven frotó sus manos expulsando miles de burbujas de colores para distraerlo.

Cuando el duende vio tantas burbujas flotando en el aire comenzó a jugar felizmente dando saltitos pinchándolas con sus uñas.

La joven aprovechó esta situación y escapó junto al príncipe hacia la orilla del río.  Allí el príncipe le agradeció que le salvara la vida cantándole una dulce canción.

Al final de la canción la joven le miró con ternura y le dijo:

_ He comprendido que es mejor vivir en compañía; porque de esta manera se construye mejor la felicidad…

Después de haber dicho esto levantó sus manos y produjo una corriente de aire que chocó con la superficie del río haciendo que muchos peces de colores salieran a la orilla a hacer piruetas. El príncipe entre risas sólo observaba el espectáculo descubriendo que la joven era el hada del río.

A partir de ese momento se hicieron muy buenos amigos. El príncipe iba a visitarla cada tarde hasta que al final decidió declararle su amor.

Cada día construían la felicidad, lejos del rencor, haciendo crecer la serenidad del alma.

Autora: María Abreu

Más valen dos que uno, porque obtienen más fruto de su esfuerzo. Si caen, el uno levantará al otro. ¡Hay del que cae y no tiene quien lo levante. (Eclesiastés 4: 9-10)

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