Corría el lobo por el bosque a toda prisa, muy asustado. Sí, estaba asustado porque un gorila lo estaba persiguiendo con la intención de comérselo. En el pasado, el gorila se había enterado de que el lobo había intentado comerse a los tres cerditos.
El lobo corría sin parar y gritaba:
—¡Yo soy vegano, por favor no me comas! Créeme, jamás he vuelto a intentar comerme a los tres cerditos porque ahora soy vegano.
Pero el gorila feroz no le creía y lo perseguía sin descanso.
Los tres cerditos, desde la ventana de su casa de ladrillo, observaban la penosa escena.
En ese momento, el gorila, cansado de tanto correr, gritó:
—¡Otro día regresaré, y te prometo que te comeré, lobo malvado!
Luego se marchó a descansar a su casa construida en lo alto de un gran árbol.
El lobo, preocupado y asustado al ver que el gorila estaba dispuesto a vengarse, buscó la manera de demostrar que realmente se había vuelto vegano y que ya no tenía interés en comer carne.
Un día, en su casa construida en el tronco de un árbol, el lobo pensó:
—¡Tengo una idea! Haré la comida de Daniel. Al frente de mi casa prepararé una gran comida para compartir con los animales del bosque: verduras y legumbres —lentejas, garbanzos, frijoles— para comer, y agua para beber.
Y así lo hizo. El lobo preparó un gran fogón y, en un caldero enorme, cocinó legumbres con vegetales.
Todos los animales del bosque fueron invitados, incluso los tres cerditos.
Lejos de allí, el gorila dormía en su cama de paja, cuando escuchó los pasos de los animales. Miró que todos se dirigían a la casa del lobo y decidió acercarse.
Escondido detrás de un árbol, observaba la generosidad del lobo, cocinando y compartiendo con los demás.
El cerdito mayor, al notar la presencia del gorila, lo invitó a unirse a la comida. El lobo, un poco asustado, pero decidido a demostrar que había cambiado, se acercó también y lo invitó al banquete.
El gorila, muy feliz, se acercó, comió, bailó y compartió con todos, aprendiendo una gran lección:
Todo el que desea cambiar merece una oportunidad. Hay que perdonar.
Autora: María Abreu
“Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado;
Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.”
Salmos 51:17
