Cuentos clásicos

domingo, 25 de septiembre de 2022

EL CONEJITO FITO Y EL ZORRO QUE LLEVA DENTRO

Una tarde de calor, el conejito Fito caminaba por el bosque felizmente disfrutando de un trozo de pastel.

Pero de pronto, a los lejos, cerca de un huerto, ve al zorro Juanito bebiendo una botella de agua.

Detiene sus pasos y mirando al zorro desde la distancia se acordó de que éste un día le había robado la comida y luego se burlaba diciendo que él no había sido.


 

Por ese motivo el conejito Fito empezó a sentir rabia y rencor contra el zorro porque consideró ese hecho como una traición a la amistad que los unía.

Era tanto el resentimiento que sentía Fito, que cuando comía un rico pastel, se acordaba del zorro, cuando daba un paseo por el bosque, se acordaba del zorro y cuando se acostaba no podía dormir porque se acordaba del zorro.

En su mente no podía escapar de las garras lastimeras del zorro, aunque éste estuviera a cientos de kilómetros de él.

El zorro al que odiaba le perseguía donde quiera que fuera y por eso pensó:

_ ¡Soy un amargado!

Con tanta amargura el conejito Fito sufría de estrés y fatiga.

Andaba cabizbajo y triste, nada le producía alegría por culpa del zorro.

Un día, harto de no poder controlar la amargura y el resentimiento decidió ir donde su amigo la liebre a buscar consejo. Y cuando le contó lo que le estaba pasando la liebre le explicó:

_ El resentimiento está controlando todos tus pensamientos y por eso estás tan amargado.

_ ¿Y qué debo hacer? _ preguntó el conejito Fito.

_ Perdonar al zorro. El perdón es el único que te puede librar del rencor y del sufrimiento que llevas dentro _ respondió la liebre.

Ante este consejo el conejito Fito se quedó pensativo por un momento y luego decidió ir a buscar al zorro.

Caminando por el bosque lo encontró patas arriba descansando bajo la sombra de un árbol.

En ese instante el conejito Fito se acercó y le dijo:

_ Amigo, te perdono por el robo de la comida, me sentí muy mal. Toma, te regalo esta cestita de alimentos.

Ante este hecho el zorro con mucha vergüenza agarró la cestita de alimentos y agachando la cabeza también le pidió perdón al conejito Fito, prometiéndole que jamás lo volvería a hacer.

Desde ese momento el conejito Fito quedó libre de su amargura y pudo volver a disfrutar libremente de la belleza del bosque.

 

Autora: María Abreu

 

Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. (Efesios 4:31-32)



sábado, 12 de marzo de 2022

LA HORMIGA HARAGANA - Cuento corto

En un acogedor hormiguero de tierra con muchas ventanitas vivía la hormiga Rita.

Temprano de mañana cuando apenas empezaban a salir los primeros rayos del sol todas las hormigas salían del hormiguero a trabajar.

Unas iban hacia un árbol y otras regresaban al hormiguero cargando ramitas y comida en sus mandíbulas.

 

Sin embargo, la hormiga Rita seguía acostada en su cama de algodón. Entre bostezo y bostezo intentaba levantarse.

_ ¡Buuuuá! ¡Buuuuá! _ se daba media vuelta y se quedaba dormida.

Varias horas después, se levantó de la cama y acercándose a la ventana vio a las demás hormigas trabajando.

_ ¡Qué pereza! _ dijo entre bostezo y bostezo.

Aún en pijama se sentó en una silla, comió un poco de cereal y cruzó los brazos, para descansar.

En cambio, las demás hormigas seguían trabajando, haciendo limpieza y almacenando comida para el invierno en los túneles subterráneos del hormiguero.

Pasaban los días, y la hormiga Rita continuaba levantándose tarde. Se asomaba a la ventana y desde allí contemplaba a las demás hormigas que iban y venían de trabajar.

_ ¡Buuuua qué pereza! _ dijo entre bostezos.

Se sentó en una silla, comió un poco de cereal y luego cruzó los brazos para descansar.

Al rato se fue a dormir y al día siguiente se levantó tarde como siempre. Se acercó a la ventana, y esta vez no vio a las hormigas trabajando como de costumbre.

Sólo veía caer los copos de nieve. Asustada porque no le quedaba comida en la despensa corrió y se puso un abrigo para salir a buscar alimentos.

Cuando abrió la puerta, observó que todo estaba cubierto por el gran manto blanco de la nieve.

Con mucho frío y hambre, la hormiguita Rita decidió tocar las puertas de las casitas de las hormigas y extendiendo las manos les pedía comida.

De este modo, la hormiga Rita terminó pobre y mendigando por no querer trabajar.

Autora María Abreu

 

Perezoso, ¿hasta cuándo has de dormir? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño?

 Un poco de sueño, un poco de dormitar, Y cruzar por un poco las manos para reposo; Así vendrá tu necesidad como caminante, Y tu pobreza como hombre armado. (Proverbios 6: 10, 11, 12)