Cuentos clásicos

martes, 9 de junio de 2020

LA HORMIGA HARAGANA


En un acogedor hormiguero de tierra con muchas ventanitas vivía la hormiga Rita.

Muy temprano en la mañana cuando apenas empezaban a salir los primeros rayos del sol todas las hormigas salían del hormiguero a trabajar.

Unas iban hacia un árbol y otras regresaban al hormiguero cargando ramitas y comida en sus mandíbulas.


Sin embargo, la hormiga Rita seguía acostada en su cama de algodón. Entre bostezo y bostezo intentaba levantarse

_ ¡Buuuuá! ¡Buuuuá! _ se daba media vuelta y se quedaba dormida.

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Varias horas después la hormiga Rita se levantó de la cama y acercándose a la ventana vio a las demás hormigas trabajando. 

_ ¡Qué pereza! _ dijo entre bostezo y bostezo. 

Aún en pijama se sentó en una silla, comió un poco de cereal y cruzó los brazos para descansar.

Sin embargo, las demás hormigas seguían trabajando, haciendo limpieza, preparando nidos y almacenando comida para el invierno en los túneles subterráneos del hormiguero.

Pasaban los días y la hormiga Rita continuaba levantándose tarde. Se asomaba a la ventana y desde allí contemplaba a las demás hormigas que iban y venían cargando en sus mandíbulas semillas, cereales y azúcar.

_ ¡Buuuuá qué pereza! _ dijo entre bostezos.

Se sentó en una silla, comió un poco de cereal y luego cruzó los brazos para descansar.

Al rato se fue a la cama a dormir un poco más. Al día siguiente se levantó tarde de la cama y acercándose a la ventana, esta vez no vio a las hormigas trabajando como de costumbre.

Sólo veía caer los copos de nieve formados por pequeños cristales de hielo que cubrían la tierra con un gran manto blanco.

Asustada porque no le quedaba comida en la despensa corrió y se puso una cazadora y una bufanda para salir a buscar alimentos.

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Cuando abrió la puerta, observó que la nieve blanca y esponjosa ya estaba compacta y lisa. Todo estaba cubierto por el gran manto blanco de la nieve.

La hormiguita Rita con frío y hambre decidió tocar las puertas de las casitas de las hormigas y extendiendo las manos pedía comida. 

Al final, la hormiga Rita por no querer trabajar terminó pobre y mendigando.
Autora María Abreu

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Perezoso, ¿hasta cuándo has de dormir? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño?
 Un poco de sueño, un poco de dormitar, Y cruzar por un poco las manos para reposo;
Así vendrá tu necesidad como caminante, Y tu pobreza como hombre armado. (Proverbios 6: 10, 11, 12)



EL MOSQUITO Y EL LEÓN


Un mosquito posado en la oreja de un león creyó que su zumbido era muy fuerte. Tomó aire, abrió la boca y gritó al oído del león con todas sus fuerzas:

_ ¿Te asusta mi zumbido? Si es muy fuerte dímelo para no molestarte.
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_ ¿Quién me habla? _ preguntó el león.

_ ¡Yo, el mosquito!

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_ ¿Quién?

..... .....
_ ¡Yo, el Señor Mosquito!

_ ¡Ah! ¿Y dónde estás?

_ Estoy en tu oreja izquierda _ respondió el mosquito.

_ ¡Ah! ¡Muchas gracias! Si no me lo dices no me habría dado cuenta de que tengo a un tonto zumbando en mi oído _ dijo el león con un ruido estridente y sobrecogedor.

El mosquito se llevó un susto tan grande que cayó al suelo patas arriba.
Autora: María Abreu

PD. Amiguito, amiguita, este cuento nos enseña que no debemos creernos mejores de lo que realmente somos. El mosquito pensó que su zumbido era más fuerte que el rugido del león y mira el susto que se llevó.

Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener, sino más bien piense de sí mismo con moderación, según la medida de fe que Dios le haya dado. (Romanos 12: 3)

EL CARACOL Y LA PRIMAVERA


Un caracol había escuchado que en los jardines del Este cuando llegaba la primavera los árboles florecían y daban dulces frutas.

Con una maletita encima de su concha espiral, el caracol se marchó hacia los jardines.

 De camino se encontró con una hormiga que traía una hojita en su mandíbula que le dijo:

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_ ¿A dónde vas?

_ Voy a los jardines del Este a buscar fruta_ respondió el caracol.

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_ Pero aún no hay frutas en los árboles.  ¡No es primavera! _ explicó la hormiga.

_ Para cuando llegue las habrá_ respondió el caracol.

Autora: María Abreu

Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. (Eclesiastés 3: 1)