Cuentos clásicos

viernes, 28 de noviembre de 2014

Para ver el arcoíris



Al Sur de un hermoso país donde no llovía demasiado vivía la niña Noelia. Deseaba la llegada de la lluvia para que los campos estuvieran verdes y para que los árboles florecieran con lindos y variados colores.

Noelia nunca había visto un arcoíris y anhelaba ver si aparecía uno después de la lluvia. Pero como en el Sur llovía poco le pidió a su padre que se fueran de vacaciones a la casa de campo que tenían al Norte. El padre al escuchar la petición de su hija le pareció muy buena idea y se marcharon hacia allí.

Según pasaban los días, Noelia disfrutaba corriendo por el campo, gozaba jugando con sus amiguitos y algunas tardes se iba de pesca a un pequeño riachuelo. ¡Todo era muy divertido!

Sin embargo los días iban pasando y Noelia en muchas ocasiones miraba hacia el cielo para ver si la lluvia llegaba, pero ésta tardaba.

Al ver a su hija un poco decepcionada, el padre decidió llevarla a recorrer el campo montados a caballo, algo que a Noelia le emocionó enormemente.

Mientras cabalgaban por el campo, ya lejos de la casona, comenzó a llover de repente. La lluvia caía precipitadamente acompañada de truenos y relámpago.

Noelia sintió miedo en medio de la pradera y su padre al ver la lluvia caer le dijo:

_ Será mejor que regresemos a la casona.

Ambos decidieron dar media vuelta pero Noelia comenzó a tener frio. El padre al verla que se estaba quedando atrás  intentó animarla dando voces:

_ ¡Sé fuerte hija, saldremos de ésta!  ¡Yo estoy contigo!

Mas la lluvia seguía cayendo fuertemente y los truenos parecían que iban a partir los árboles en dos.
Bajo esta tormenta Noelia seguía teniendo frio, miedo y angustia. Sus lágrimas comenzaron a mezclarse con la lluvia pero sabía que no podía detenerse. ¡¡Era hora de avanzar!!

Corrió y corrió hasta que por fin llegó a la casona y entre gritos y lágrimas le preguntó al padre:

_ ¿Por qué tuve que pasar por todo esto?

_ Porque si deseas ver el arcoíris tendrás que aprender a soportar la tormenta_ respondió el padre dulcemente.

Noelia en silencio se fue meditando a su habitación y se acostó mientras seguía escuchando el retumbar de la lluvia.

Al amanecer, la tormenta ya había pasado y la luz del sol estaba entrando por la ventana despertándola.

Cuando Noelia abrió la ventana elevó la mirada y vio un gran arco alrededor del cielo mostrando sus bellos colores.

Noelia muy impresionada llamó a su padre con mucha alegría y señalando el arcoíris le dijo:

_ Ahora entiendo que el arcoíris sólo se hace visible después de la tormenta.


Autora: María Abreu

“El Señor es bueno, fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en Él confían” (Nahum 1:7);
r

domingo, 16 de noviembre de 2014

El saltamontes y el grillo en busca de aventuras





Había llegado el verano y el sol brillaba en su máximo esplendor, todos los animales disfrutaban de esta hermosa estación para salir a jugar y a divertirse.

Un saltamontes que saltaba de rama en rama en los jardines de un pequeño bosque se encontró con su amigo el grillo sentado sobre una hoja tocando la guitarra y cantándole a unas mariposas.

El saltamontes moviendo sus patitas de puntillas y dando unos pasitos para adelante y otros para atrás bailó por un ratito y luego se acercó al grillo a proponerle que fueran a practicar piragüismo al río.

El grillo muy entusiasmado aceptó la propuesta y ambos agarraron una gran hoja de un árbol y se la llevaron volando hacia el río. Una vez allí dejaron caer la hoja sobre sus aguas y se sentaron sobre ella.

Con dos palitos que habían convertido en dos palas comenzaron a remar descendiendo a gran velocidad por las bravas aguas del río.

_ ¡Wow! ¡A esto se le llama deporte acuático! _ gritó el saltamontes muy feliz.

_ ¡Guau! ¡Cómo se nota que tomar aire y hacer deporte recrea el ánimo!_ exclamó el grillo emocionado.

Continuaron remando río abajo sonriendo cada vez que las gotitas de agua les salpicaban sus cabezas. Pero cuando menos se lo esperaban escucharon un sonido y al mirar para arriba se percataron de que un cuco de color gris azulado los estaba persiguiendo con la intención de comérselos.

Al cuco le hizo mucha gracia ver a sus víctimas practicando piragüismo y para burlarse de ellos hizo un par de acrobacias en el aire. Luego voló hacia ellos con el pico abierto, inmediatamente el grillo se puso de pie sobre la hoja y comenzó a hacer zigzag con la pala alejando momentáneamente al cuco de ellos.

Mas el cuco no se daba por vencido y lo intentaba una y otra vez haciendo que la hoja se inclinara y finalmente volcara. Seguidamente el grillo y el saltamontes nadaron hacia una roca que estaba cerca. El cuco al verlos sobre la roca dirigió su vuelo hacia ellos una vez más.

Un niño que jugaba con sus padres cerca del río vio al cuco y gritó:

_ ¡Papá quiero ese cuco, vamos a atraparlo!

El cuco al escuchar esto se alejó del lugar y se posó sobre una rama recordando que un tiempo atrás estuvo preso dentro de una jaula y pensó que quizás duró ese tiempo preso porque se dedicaba a atrapar insectos. Y como no quería volver a estar enjaulado se marchó del lugar.

Cuando el grillo y el saltamontes vieron al cuco irse, planearon la forma de salir de allí. Aprovechando que una hoja de un árbol había caído cerca de ellos, rápidamente  el saltamontes montó al grillo sobre su espalda y dando un gran saltó cayeron sobre la hoja y comenzaron a nadar hacia la orilla.

Una vez en la orilla del río agarraron una hoja e hicieron dos conos. En ellos pusieron un  poco de agua y la mezclaron con unas gotitas de miel de sus amigas las abejas. Caminaron hasta la sombra de un árbol y allí se sentaron para brindar por el día veraniego tan estupendo que habían disfrutado.

Autora: María Abreu

El Señor es mi pastor, nada me falta. Él me hace descansar en verdes pastos. Me conduce hacia fuentes tranquilas.   ( Salmos 23: 1-4)

sábado, 15 de noviembre de 2014

El árbol de las palabras dulces


En el centro de un lejano jardín residía un milenario árbol. Era bello y frondoso, todo el que comía de sus hojas aprendía a decir palabras dulces.

Un niño que había leído la historia de este milenario árbol le pidió a sus padres que le llevaran a verlo para probar de sus hojas y sus padres gustosamente le llevaron.

Al llegar al lugar, el niño se quedó de pie frente a éste observándole varios minutos. Sus hojas eran totalmente verdes, bañadas constantemente por un ligero rocío y por su red vascular circulaba una dulce miel.

_ ¡Ven, acércate!_  dijo el milenario árbol

El niño tímidamente se acercó y le preguntó:

_ ¿Cuáles son las palabras dulces que tienen tus hojas?

_ Tengo palabras dulces para dar consuelo, para vencer el miedo y para dar cariño_ explicó el árbol.

_ ¿Y cuáles son esas palabras?_ volvió a preguntar el niño.

_ ¡Cariño, mi amor, te entiendo, lo siento, estoy contigo, perdóname!_ respondió el árbol.

_ ¿Pero de dónde salen esas dulces  palabras?_ preguntó el niño.

_ ¡Las palabras dulces salen del corazón! ¡Mis hojas son sólo una motivación! _ explicó el árbol milenario.

En ese instante el niño pensó  que sus padres habían comido de las hojas del árbol, porque ellos frecuentemente le decían palabras dulces .

Después de pensar esto se acercó con mucho entusiasmo a comer de las hojas del árbol milenario. Y éste al final le dijo:

_ ¡Recuerda dibujar tu corazón y escribir todas las palabras dulces que hay dentro de él!

Autora: María Abreu

Panal de miel son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina para los huesos. (Proverbios 16: 24)


cuentos para dormir, cuentos infantiles cortos,  cuentos infantiles para leer, cuentos infantiles tradicionales, cuentos para niños cortos, cuentos para niños de primaria, cuentos para niños de preescolar

lunes, 3 de noviembre de 2014

El elfo cara de limón

En el bosque de los elfos vivía un elfo muy enojado que, un buen día, decidió marcharse al bosque contiguo de las hadas porque estaba cansando de que los demás le llamaran “cara de limón”.



Al llegar al bosque de las hadas las encontró volando alrededor de los árboles dejando una brillante aureola tras su vuelo.

El elfo después de observarlas por un momento se acercó  y les comentó la incómoda situación que estaba viviendo en el bosque de los elfos y les pidió ayuda. 

Las hadas notaron que el elfo tenía el rostro enojado y arrugado. Esto les hizo entender que quizás por eso le apodaban “cara de limón”.

Inmediatamente decidieron mejorar la apariencia del rostro del elfo con una mascarilla. Para ello, llamaron a dos abejas para que les trajeran un poco de miel mezclada con polen de rosas rojas en un cucurucho de hojas verdes.

Después de haberle puesto la mascarilla y ver que el rostro del elfo no mejoraba, decidieron preparar una pócima mágica en una jícara de coco.

Llamaron a un caracol que llegó y les regaló un poco de su baba y la mezclaron con polvos mágicos de hadas, pero al ver que el rostro del elfo no se renovaba, le comentaron muy angustiadas:

_ Será mejor que vayamos a visitar al hombre sabio para que nos ayude a buscarle una mejor solución a tu problema.

El elfo con su cara enojada, aburrida y desesperada les dijo:

_ ¡Pues a ver si este sabio puede hacer algo por mí!

El elfo y las hadas se montaron a lomos de dos unicornios y volaron hacia lo más alto de la montaña del bosque. Una vez allí, encontraron al hombre sabio lanzando semillas para que nacieran nuevas plantas.

Al llegar las hadas el hombre sabio dejó lo que estaba haciendo y al escuchar el problema del elfo, se quedó mirándole por unos instantes y le recomendó:

_ ¡Pégate una carcajada que te hará bien!  ¡Esa es la única solución a tu problema!

El elfo con mirada seria y arrugando el rostro preguntó con incredulidad:

­ _ ¿Por qué?

_  ¡Porque la risa es muy importante para la convivencia y para relacionarse con los demás!

En ese instante el elfo comprendió el por qué le decían “cara de limón” y se echó una buena carcajada. Dando las gracias bajó de la montaña y se marchó al bosque de los elfos.

Los demás al verle llegar, intentaron ignorarlo pero al escucharlo reír se acercaron y rieron con él amigablemente. De esta manera dejaron de llamarle “cara de limón” porque el elfo aprendió a ser amable con todos.
Autora: María Abreu

El corazón alegre hermosea el rostro; mas por el dolor del corazón el espíritu se abate. (Proverbios 15:13)