Cuentos clásicos

jueves, 18 de septiembre de 2014

El hada que le costaba integrarse


Cuento sobre la integración social

Cuando los rayos del sol iluminaban el bosque, las hadas volaban sobre los árboles dejando una brillante aureola tras su rápido vuelo. Otras volaban sobre los lomos de los unicornios. Todas se dirigían al centro del bosque a celebrar el día de las hadas que se festejaba una vez al año.

Al llegar al lugar, algunas comenzaron a tocar el violín, unas la flauta y otras el arpa. Las demás bailaban y entre risas y saltos formaban un círculo mágico.

El valor de la integración social
Mientras todas disfrutaban, el hada Marcia permanecía aislada porque le costaba mucho integrarse socialmente. 

Y conforme iban pasando las horas, ya en la noche, en su angustia, decidió alejarse lo más que pudo del grupo. Tanto es así, que voló hacia la luna, se sentó sobre ella y desde allí comenzó a llorar.

Sus lágrimas empezaron a caer sobre el bosque formando pequeños charquitos de lágrimas. Las demás hadas al mirar hacia arriba la descubrieron y entendieron el por qué de sus lágrimas.

_ ¡Debemos ayudarle a integrarse!_ dijo el hada Iris.

En ese instante, le comunicó por telepatía que bajara de la luna, pero ésta sólo dejó de llorar y desde arriba observaba en silencio.

Las hadas en su afán por ayudarla, quisieron demostrarle que la integración social es divertida. Por eso usaron como estrategia los juegos y se dividieron en pequeños grupos: grupos de lectura de cuentos, grupos de  juegos de pelota y grupos de ajedrez.

Antes de sentarse, soplaron sobre el suelo para secar los charquitos de lágrimas y luego comenzaron a jugar. El hada Marcia al verlas jugando comenzó a descender de la luna para mirar más de cerca.

Poco a poco continuó acercándose hasta que tímidamente se acercó al grupo de los cuentos. El hada Iris aprovechó el momento y se le acercó amablemente para decirle en secreto:

_ Para integrarte socialmente sólo debes ser tú misma, tener un poco de paciencia y buscar afinidades.

El hada Marcia dejando fluir una tímida sonrisa, guardó silencio y mirando a su alrededor comenzó a acercarse a los demás grupos.

Al final, entre juegos, cánticos, bailes y risas hizo buenas amistades logrando su total integración. Y se alegró de que existiera el día mágico de las hadas.

Autora: María Abreu


Ámense como hermanos los unos a los otros, dándose preferencia y respetándose mutuamente (Romanos 12: 10)

sábado, 6 de septiembre de 2014

La princesa y el pasado


En un hermoso castillo vivía la princesa Dashira quien desde la ventana de su habitación se lamentaba porque los amigos de la infancia se habían distanciado de ella.

La lluvia caía y un gorrión que estaba cantando cerca del castillo buscó cobijo en la repisa de la ventana, y al escuchar los lamentos de la princesa le dijo:

_ ¡Tú sólo vives del pasado y no sabes disfrutar del día a día!

Un ratón que también estaba buscando cobijo, igualmente subió a la repisa de la ventana y al escuchar el discurso del gorrión agregó:

_ Princesa, deja ir el pasado y vive el presente.

La princesa mirando a ambos animalitos tristemente les explicó:

_ No puedo hacerlo porque fueron los mejores momentos que viví con mis amigos.

_ No te aferres a los amigos del pasado porque quizás ya han cerrado un ciclo contigo_ argumentó el gorrión.

_ Princesa, lo único que te corresponde es el presente. Hagamos un plan para que disfrutes el día de hoy _ señaló el ratón.

La princesa confundida los miró y decidió escuchar el plan de ambos animalitos para hacer del día de hoy el mejor.

Salieron a la calle y el ratoncito subido en el hombro de la princesa oculto entre su larga y abundante cabellera iba dándole ideas.

_ ¡Princesa, ahí está el príncipe Javier!

_ Ya lo he visto, pero no sé cómo acercarme a él_ dijo la princesa.

_ Agarra esa pelota y lánzala a sus pies, ya verás cómo se acerca para devolvértela. A los príncipes siempre les ha gustado el fútbol _ ordenó el ratón.

La princesa aprovechó que el príncipe se detuvo a mirar un escaparate de deporte y fuertemente le lanzó la pelota golpeándolo en la cabeza.

_  ¡Lo he matado! ¡Lo he matado!_ gritó  al ver que el príncipe había caído al suelo.

Rápidamente corrió en su auxilio y agarrándole por la cabeza le preguntó:

_ ¿Estás bien?

El príncipe desde el suelo, la miró con sus ojos azules  y con una dulce sonrisa le dijo:

_ Sólo fue un pequeño mareo. ¡No sabía que lanzabas tan fuerte!

En ese instante la princesa con una tímida sonrisa se acomodó el pelo dejando al ratón a la intemperie. El príncipe al descubrirlo muy alarmado exclamó:

_ ¡Tranquila princesa! ¡Yo me ocupo de esto! ¡No te pongas nerviosa!

El ratón al ver que el príncipe amenazaba con matarlo con uno de sus zapatos dio un salto y comenzó a correr.

El príncipe corrió detrás del ratón y la princesa detrás del príncipe gritando:

_ ¡No! ¡No por favor!  ¡No le hagas daño!

_ ¡Quédate atrás, no te acerques! _ vociferaba el príncipe sin dejar de perseguir al ratón.

El gorrión subido a la rama de un árbol, colocando sus alas sobre su barriga no paraba de reírse al observar el espectáculo.

La princesa sabía que debía correr más rápido para alcanzar al príncipe y al lograrlo lo agarró por el brazo y le suplicó:

_ ¡No le hagas daño, es mi amigo!

El ratón miró para atrás y al ver que el príncipe se había detenido, el ratón se frenó. Un poco enojado le apuntó con el dedo y le dijo:

_ ¡Préstame tu pañuelo, necesito secarme el sudor!

El príncipe permaneció boquiabierto por unos segundos… y agachándose, le entregó el pañuelo. Pero más pasmado se quedó cuando vio que el ratón se secó incluso la colita.

Segundos después el gorrión escuchó que el príncipe estaba invitando a la princesa y al ratón a una cena en el castillo y se acercó lo más rápido posible para que lo apuntaran al convite.

Entre cena y sonrisas ambos príncipes se enamoraron. La princesa comprendió lo importante que es renunciar al pasado para hacer del día de hoy el mejor.

Autora: María Abreu

Este es el día que hizo el Señor, nos gozaremos y alegraremos en él (Salmos 118:24)